martes, 11 de diciembre de 2012

Campaña de Navidad

- "Pues de regalo quiero..."
Lo decía mientras enroscaba un mechón de pelo entre mis dedos, poniendo cara de Lolita treintantañera (la de Nabokov, no la cantante/actriz/empresaria) y pestañeando como si se me hubiera metido algo en los ojos. Mi querido había tirado la toalla y para esta Navidad decidió que yo misma me eligiría el regalo y así se ahorraba luego el segundo viaje para ir a cambiarlo. Eso y ver mi cara en posición forzada haciendo una mueca para fingir que me gusta, porque una tiene muchos defectos pero ser falsa no es uno de ellos. 
Este año no, este año pensaba ir a tiro fijo y acertar de pleno. Como hombre que es, no captó mis sutiles comentarios enviados vía las niñas. Ellas, peinadas con sus lazos y vestidas con el mejor vestido del armario (que lució primero una y luego la otra, que no me llega para tener dos mejores vestidos), aparecían delante de su padre por cualquier rincón de la casa, se plantaban delante de él y con sus delicadas vocecillas soltaban la lección. Diseñé tres frases tipo, todas de fácil comprensión para el sexo opuesto y de fácil dicción para mis pequeñas niñas parlantes:
 Frase tipo A: " Papi, mami dice que tendremos que "des-pil-fa-rrar" en los yogures del Coronado porque no tiene tiempo ni para ir al baño". Fácil, no? Pero, por si acaso, planeé la siuiente.
 Frase tipo B: " Papi, mami dice que se va rapar el pelo porque no tiene tiempo de peinarse su larga melena como la Beyoncé y que así está fresquita para el verano que viene". Ya??? Pues no. Otra.
 Frase tipo C: "Papi, mami dice que si quieres fiambre para cenar hoy y comer mañana y cenar también y para pasado y el otro porque no le da tiempo a hacer un menú como los de El estirón y que ya comeremos comida caliente cuando nos casemos y vengamos a casa a comer los domingos". Ésta me costó más que se la aprendieran pero al final les salía del tirón. No son listas mis nenas!
Pero él seguía ahí, tan pancho, pensando en  que Messi es de otro planeta y que a ver si en mercado de invierno fichan a Falcao. 
Yo seguía con mis indirectas, sentándome con mis piernas (sin depilar) sobre él ("- ay cielo, si es que no he tenido tiempo ni de ir a la esteticién este mes!"); hablándole de lo bien que entrena Luis Aragonés a la Selección ("-ay cariño, si es que no veo ni el telediario"); mostrándole con discrección que lo del cabecero de nuestra cama no es un tapiz antiguo sino una telaraña que se han ido tejiendo durante generaciones de arañas...
-"Pues de regalo quiero..."
-"Ya lo sé, cariño, no te preocupes que yo las pillo al vuelo".
Me guiñó un ojo y se fue por donde había venido.
La noche de Reyes me acosté con la ilusión de los ocho años. Pensaba en mi vale para un spa con, por lo menos, un par de sesiones; o en unas entradas para ver a Miguel Bosé cantándome el Morena mía; o por qué no, un fin de semana romántico para los dos solos en nuestra Mallorca querida... esta vez tenía la certeza de que acertaría. Y por su cara de satisfación mientras dormía, diría que él también la tenía.
A las 5:59 de la mañana teníamos a mis dos niñas como si se hubiesen tomado cinco litros de café cada una.
- "Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, han llegado los Reyeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeees!!!"
Con el medio ojo que tenía abierto vislumbré a lo lejos una cajita pequeña en la que ponía "Mamá". Era una caja de dimensiones perfectas para meter entradas de conciertos, vales de spa o billetes de avión. De la emoción se me abrieron los dos ojos de golpe, arranqué con ansia el envoltorio y me quedé petrificada, momia total.
Mi querido me miraba con esa cara de triunfo que se les pone a todos cuando PIENSAN que lo han hecho muy bien, cuando ellos mismos se dan una autopalmada en la espalda y se dicen eso de "eres un tio macho", "qué grande eres" y frases lapidarias de este tipo,
Cuando gracias a los chillos de mis hijas en ambos oídos (ventajas de tener dos, los gritos se escuchan en estéreo) reccitándome a voz en grito todos y cada uno de los regalos que les habían dejado los señores de Oriente reaccioné, mi cara no se esforzó siquiera en fingir la más mínima alegría. 
- "Pero cariño, si es un modelo nuevo con música de Pablo Alborán incorporada y recogepelos transparente para que veas cuando tienes que vaciarlo! Me dijeron que era la mejor depiladora del mercado".
- "Elige cariño: ¿el ticket regalo o los papeles del divorcio?"
Pero ¿tan complicado es? Mi regalo soñado es gratis, no necesitas envoltorio y lo más importante, no hay cosa en el mundo que me gustaría más. Mi regalo soñado es algo tan sencillo como TIEMPO. Para mí, para escucharme, para mimarme, para reponer fuerzas y para gastarlo tocándome la barriga mientras me hacen una limpieza de cutis.
Para el año que viene pienso ponerle carteles explicativos aprovechando las luces de este año del árbol de Navidad. 
Hombres...!

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Fin

Fin, se terminó. No vuelvo a hablar, escribir, blasfemar o amargarme por el tema de la lactancia materna. Tenía escrita una perorata inmensa sobre el tema, con enlaces, cifras, testimonios en plan Ana Rosa... pero se acabó, todo borrado. 
Ya estoy harta de dar explicaciones a diestro y siniestro de los motivos por los que mis hijas han tomado poco o nada el pecho. Hartita. Las madres de biberón tenemos una coletilla asociada a "no le doy el pecho porque... " y aquí de todo: mastitis, depresiones postparto, no me subía la lehe, se me desmayó en niño y me dijeron que era por hambre, me obligó el pediatra al verme sin peinar, pintar e incluso vestir y con 30 kilos menos... De todo. Explicaciones y más explicaciones. 
Venga a justificarte en el pediatra porque tu niña lleva tres bronquitis ("¿es que no les ha dado pecho?"). Pues sí señora, se lo di y se lo comió de un bocao porque estaba muerta de hambre.
Así que fin de la representación. Aplaudo a las madres que dan biberón. Y a las que dan pecho. A las que duermen con sus niños, todos juntos y calentitos. A las que duermen a sus retoños en la habitación de al lado, toda la noche con el ojo abierto mirando el vigilabebés por si se le mueve un pelo o por si a ver si la abuela tenía razón y está el coco debajo de la cuna. Aplaudo a las madres que llevan a sus niños en una mochila, en una bandolera, a caballito encima de los hombros o en un cochecito. Aplaudo a las madres bogaboo, a las Stoke y a las Chico. Aplaudo a las que dan potitos un día y a las que los dan siempre. A las que sacrifican su vida laboral por quedarse en casa cuidando de su prole y a las que a los 4 meses tienen que pagar a alguien para que los cuiden. Aplaudo a las madres que dejan de gastar en ropa para ellas y se lo gastan en ropa para ellos. Y a las que se dan sus caprichos, también. A las que juegan tiradas en el suelo y a las que le ponen cantajuegos para tomarse un café y fumarse un cigarro tranquilamente en la terraza.

Y basta ya. Bastante duro es ser madre (digo duro, esplédido, maravilloso, gratificante... pero duro, durísimo) como para andar atacando a cualquiera de ellas porque no le hace un puré en el día y se lo da comprado de la farmacia. Todas hacemos malabares con nuestras vidas para hacer felices las suyas, sacrificamos nuestro sueño, nuestro descanso, nuestra tranquilidad por ellos. Todas somos madres que sufren y luchan por sus hijos y nadie tiene derecho a menospreciar la labor de ninguna porque no dé el pecho a sus hijos.

Tenemos información pero también dos días para ser felices con lo que nos toca. Basta ya de amargar a madres recientes que cogen en la mano un biberón y sienten que están dañando a sus hijos porque SEGURO que esa madre está haciendo lo que cree mejor para su hijo. 

Y si no, cual es la receta? ¿Quién tiene la receta perfecta para criar a nuestros hijos?

Dejemos a cada una realizar su labor de madre lo mejor que pueda. Ayudemos a la que nos pide ayuda y a la que no, aplaudámosla. Su trabajo de madre se lo merece porque, lo haga como lo haga, seguro que es la mejor forma de criar a SU HIJO.


viernes, 30 de noviembre de 2012

News

Bueno, bueno, notición. Hacía años que no reunía a todas mis amigas para contarles alguna primicia. Las llamadas, mensajes y correos varios giran ahora en torno a las bocas ("Martinita ya ha dicho su primera palabra: ¡caca! Estamos felices. Bss"), barrigas ("Alvarito ya come trozos, como un niño mayor! Estamos felices. Bss") o esfínteres de nuestras proles ("Operación fuera pañal desastrosa, la casa huele a callejón junto a discoteca... pero estamos felices! Bss").

Ya llevaba tiempo dándole vueltas a la idea, lo cual en mí es prácticamente inútil porque en la primera vuelta ya me he decidido a hacerlo. ¿Qué empiezo a pensar con el primer café en que quiero darle un cambio de estilo a la casa y cambiar un par de muebles? en dos minutos estoy mordiendo el cruasán en la puerta de Ikea. ¿Qué he visto con el rabillo del ojo que mi querido tiene una melena digna del cantante de Europe? no he terminado de enfocar del todo la imagen y ya le he pedido cita para mañana en Luigi`s. ¿Qué empiezo a pensar en vestidos de novias? pues al rato estoy probándome vestidos en Prenatal porque ya sé lo que viene después.

Y así ha sido de nuevo. Hace dos mañana me he levantado, me he duchado, vestido, maquillado y mirado al espejo después... y ahí ha empezado todo. La misma ropa de hace cinco temporadas, el mismo peinado, el mismo número de maquillaje, colorete, lápiz de ojos... nada nuevo a excepción de dos arrugas, diecisiete estrías en la barriga y una talla menos de sujetador (está claro que todos los santos han ignorado mis rezos diarios implorando implantes de siliconas sin cirujía). Entonces me he empezado a plantear que igual mi yo madre se está pasando con el secuestro de mi yo mujer y que lo mismo necesitaría renovarme un poco. Dos días dándole vueltas al asunto: record mundial. 

Esta mañana me he puesto mi abrigo largo marrón heredado de la tía-abuela Margarita y me he echado al centro comercial como una posesa. Primero saneamiento de urgencias y mechas californianas a lo Sara Carbonero; luego depilación de prácticamente todo el cuerpito humano; a continuación manicura, pedicura y mascarilla... todo esto en Lourde´s. Luego, con dos kilos menos, me he vuelto loca comprando zapatos, vestidazos, cremas y bolsos. También he comprado un bolígrafo para mi querido, que no se diga.

Cuando me he montado en el coche me he sentido como nueva, como antes. Como cuando entraba y salía de casa sin preocuparme por nadie más que por mí; como cuando ver la nevera vacía era una buena excusa para salir a cenar y no el fin del mundo porque no quedan salchichas para las niñas; como cuando me compraba ropa para sentirme atractiva y no cómoda-todo-terreno; en fin, como nueva. Con el subidón he cogido el teléfono y he mandado un wassap a mis amigas para comer juntas, hoy tiro la casa por la ventana. 

Y qué gusto, sin capazos ni sillitas a mi lado, sin termos de potitos, sin baberos, sin llantos... sólo conversación entre mujeres adultas, confidencias, alagos por mi gran noticia del fin del secuestro y puesta en libertad de mi yo mujer, en fin, felicidad suprema. De vez en cuando me sorprendía meneando la silla de Claudia que estaba a mi lado. A ver, la yo madre sigue ahí y sigue mandando, tampoco ha desaparecido como por arte de magia. Así pasamos la comida, alabando los momentos de soledad, los ratos sin balbuceos, los bolsos superchic en los que ni queriendo cabe un pañal, los tacones, el dormir sin hora, en fin, todo lo que una madre echa de menos en su vida.

En esas estábamos, terminando la tercera botella del Ribera del Duero que nos habían puesto, cuando caimos en la cuenta de que algo pasaba. Yo estaba tan eufórica con el cambio de look (y actitud, pero eso es capítulo aparte), que no me había dado cuenta de que Claudia no había abierto la boca en ningún momento. No había dicho ni una palabra y no había bebido ni un sorbo de vino. No sé qué me resultó más extraño. 
Una a una fuimos guardando silencio y conforme nos íbamos mirando las unas a las otras, empezamos a sonreir, luego a reir, a aplaudir... y a llorar de alegría. Estaba claro: ¡Claudia estaba embarazada! Ella se limitó a asentir y ponerse a llorar con un llanto demasiado sonoro como para ser de alegría. Cuando tuvimos el detalle de dejarla hablar por fin, Claudia se secó las lágrimas y nos dijo:
- "¿Pero por qué os ponéis tan contentas!? si lleváis toda la comida celebrando que vuestros niños están lejos de vosotras?"
Y entonces todas nos pusimos a la vez a contarle que si el día más feliz de Isabel  fue aquel en que vino al mundo Martina, que si Carmen llora cada noche cuando Alvarito le dice "hasta mañana, mamaíta, te quiero mucho", que si Raquel adora dormirse abrazada a sus dos niñas... todas le fuimos contando como, desde el momento en el que el predictor dice sí, tu vida da un giro tan brutal, que tardas un poco en recomponerte y volver a ser tú... aunque realmente no vuelves a serlo nunca porque ser mamá te hace ser más generosa, más humana... más feliz.

Claudia empezó a entender entonces lo que era ser mamá, a lo que renuncias y lo que obtienes a cambio, que los ratos malos existen pero que vienen seguidos de otros de absoluta felicidad... Claudia estaba empezando a entender, quizá porque ya estaba empezando a ser mamá.

domingo, 25 de noviembre de 2012

El árbol de la felicidad

Érase una vez dos hadamamás que se propusieron repartir magia e ilusión a grandes y pequeños. Juntas recorrían en bicicleta la ciudad pensando a golpe de pedal, de qué manera podrían hacer tal cosa.
- "Mira Turuleta: y si preparamos una carroza multicolor desde la que ir repartiendo huevos de chocolate a diestro y siniestro? Yo podrían inmortalizar las sonrisas de los afortunados al recoger su premio por existir y al final, podemos montar una exposición fotográfica a la que podría seguir viniendo la gente a por más huevos y más fotos y así hasta el infinito. ¿Magnífico, eh?
-" Mira Adelfita, a mí me da que de tanto mirar por ese objetivo se te está nublando la vista... ¿Pero de dónde saco yo tanto huevo de chocolate? Tú y yo somos dos hadas estupendas, con cuatrocientos poderes mágicos pero desengáñate, la cocina no es lo nuestro."
- "Pues venga, mejóralo... cortarrollo es la $&%##@&#@ de los huevos...!"
Y así se divertían ellas dos, de paseo por la ciudad cavilando y pedaleando, cavilando y pedaleando, cavilando... Y a fuerza de hacer paradas bajo los árboles para reponer líquidos, pasó lo que tenía que pasar: que al final se les ocurrió una idea brillante.
- "Mira querida compañera, tengo la solución: ¿sabes cómo podríamos hacer felices a niños y mayores?"- dijo una.
- "Pues mira, en eso estoy" - le contestó la otra.
- "Ves ese árbol de ahí?, pues podríamos convertirlo en el árbol en el que todos los niños pudieran dejar su chupete cuando llegara ese día en el que se convirtieran en niños mayores o como decimos en mi tierra, "mayorniños".
-" Uy "mayorniños"! ¡Qué palabra tan preciosa! Hablaré con mis contactos académicos para ver si lo acuñan como nueva entrada en la próxima edición del Diccionario. Pero continúa, plis!"
Y allí que se enzarzaron en una conversación interminable en la que ataron los flecos de la que denominaron en su argot codificado, como Operación chupeteo.
Visitaron a los altos mandos mágicos para pedir permisos y licencias, todo por favor. Reclamaron cuidados especiales para su árbol, tales como música clásica por las mañanas, riego con agua con colacao para que creciera fuerte por las tardes y masaje en las ramas dos veces por semana para evitarle contracturas.  A todo esto le dijeron que no, claro está. Pero ellas se escapaban de la Gran Casa de las Hadas por la noche y su ratito de música y masajes no se lo perdía el arbolito.
Como ocurre en muchos cuentos, los personajes que son buenos, al final recogen su recompensa y como Turuleta y Adelfita habían sido más que buenas, de repente empezaron a salir haditas de debajo de las piedras para ayudarlas en lo que necesitaran. (Tenéis toda la relación de hadas y duendes ayudantes aquí, que ella lo cuenta con más gracia y así os reís un rato bueno con lo graciosa que es la joía)
Total, que allí colaboró todo quisqui en lo que pudo cada uno y como resultado final, ocurrió lo que Turuleta y Adelfita buscaban desde un principio:
Cientos de niños vivieron como un momento feliz y mágico, lo que de otro modo tenía todas las papeletas para convertirse en un momento amargo y triste y dejaron sus chupetes más felices que perdices.
Cientos de niños se fueron a la cama esa noche ilusionados porque ya no eran bebés, eran niños grandes que habían dejado en aquel árbol su chupete como símbolo de una fase que dejaban atrás en sus vidas.
Cientos de adultos fueron felices al ver felices a sus pequeños. Unos pocos lo fueron también por el dinero ahorrado en futuras ortodoncias propiciadas por el ansía con que sus hijitos chupeteaban desde recién nacidos.
Y en un rincón del parque, una niña de 33 años, miraba embelesada y sin poder creerse que aquel ayudar por ayudar, aquellas muestras de amistad entre personas que no se habían visto las caras ni una vez, aquel derroche de optimismo y buen rollo, pudiera ser de verdad. Y ella también fue feliz... sobre todo cuando escuchó aquello de "Soy una Superoína!" mientras miraba emocionada la cara de su pequeña Carlota.


Y colorín colorado, este cuento ha comenzado.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Feliz Halloween

La verdad es que yo no soy muy de pícnic. Bueno, no era. Siempre nos he imaginado en plan anuncio de Timotei, jugando y riendo con mis niñas en mitad de un campo de amapolas. Las tres con nuestras melenas castañas claras al viento, mientras papá nos mira embobado al tiempo que prepara unas limonadas fresquitas para sus princesas de sonrisas perfectas. Entonces lo veo claro: necesito con urgencia una maleta de mimbre forrada con un crepé de cuadros rojos y blancos. Necesito también cantimploras, termos, neveras pequeñas, neveras para cupcakes rellenos de frambuesas, una vajilla de porcelana irrompible (en Ikea hay, seguro), vasos con motivos florales, un vestido vaporoso y primaveral de la talla 38 (nadie ha dicho que vaya a ir mañana mismo al campo), dos vestidos vaporosos y primaverales tallas 1 y 3 años, diademas a juego, alpargatas a juego... bueno, pues eso, lo normal.Y entonces lo vuelvo a ver claro: o vamos de pícnic un día o comemos treinta. Hasta ahora siempre ganaba la última opción porque en casa tenemos costumbre de almorzar, más o menos cada día pero claro, llegó Rebeca con su picnic familiar de Halloween y se fastidió todo.
- "Nena, no te olvides de que los papás también tenemos que disfrazarnos! y no vale ponerse una nariz pegada a unas gafas que os conozco, eh? Lo vamos a pasar de miedo, jijijijiji."
Yo le reí el chiste porque la pobre, quieras que no, le pone intención y porque además mato por su tarta de manzanas caramelizadas y tengo que hacerme este año con la receta como sea.
Como digo, se fastidió todo: adiós a mis vestidos vaporosos y primaverales y hola a unos horrorosos disfraces metemiedo.
Decidida a seguir los pasos de mi psicoanalista, convierto mis pensamientos negativos en positivos regalándome una tarde de compras compulsivas (¿podrá comer sopas de sobre un bebé de siete meses?). Me hago con una cesta de mimbre preciosa que tuneo poniéndole una pegatina de calabacita sonriente tal y como proponen en el blog de glamourhastaenelbaño. La acompaño con una vajilla de cartón en tonos morados y negros, unas copas con colmillos de vampiro de quita y pon y unas veinte botellas de Benjamín Freixenet Carta Nevada (este blog me tiene comido el seso).
Para papá un disfraz de Brad Pitt, bueno de Louis en Entrevista con el vampiro. Todo chorreras y melena rubicunda. Me costó horrores encontrar uno así de elegante, aunque a punto estuve de comprar uno de cuero que venía con fusta y esposas, más que nada por comprar algo ponible, que luego pasa como con el vestido de novia que solo se vuelve a usar cuando te lo pide tu primo para salir en carnavales. Al final me decanté por el de Brad porque empiezo a estar un poquito saturada de todo lo que tenga que ver con Grey. Eso y que no veo yo a mi querido encuerado en un picnic familiar. 
Para mis herederas tiré la casa por la ventana: dos disfraces de Tábata con incrustaciones de Swarovski en la falda de tul, en la varita y en los zapatos. Ideales.
Y mami, pues no podía ser de otra manera: disfraz de Samantha. Hago lo que sea por lucir cardado cincuentero. 
Así sí, así hago yo un pícnic en noviembre! Así si celebro yo esta fiesta tan nuestra como es Halloween! Así da gusto. Y así, feliz y contenta, cargada de bolsas y caminando sobre mis negros y afilados tacones, me encaminé hacia el hogar dispuesta a sorprender a mis tres amores. No habría amapolas ni limonadas, sobre todo no habría juegos entre las tres porque una no para de chillar y llorar por unos gases la mar de incómodos y la otra hace lo propio para acompañarla en el sentimiento y reclamar su dosis de brazos de paso. Pero gracias a Rebeca y a su picnic familiar, por fin he reunido la mitad de lo que necesito para celebrar un día de pícnic bajo un sol estupendo el año que viene, cuando pueda por fin ponerme el precioso y vapoporoso vestido primaveral de la treinta y ocho.

jueves, 25 de octubre de 2012

El sueño

- "He soñado con mi ex" - dijo Claudia con un hilito de voz
Oh no, Candy Candy ataca de nuevo.
- "Pero cómo, en plan guarro?"- pregunté yo deseosa de detalles escabrosos.
-" Nooooo!"- me gritó sin alzar su  tono de voz lo más mínimo, creo que sus cuerdas vocales son tan cursis como ella- "bueno... sólo un beso"
Oh no, sueño romántico, hiperlargo e hiperaburrido a la vista.
- "No te preocupes, sólo ha sido un sueño, tú le quieres, él te quiere y sois felices. Has visto esos zapatos?"- concluí. Y tiré de ella poseída por una atracción hasta ahora desconocida por las plataformas de lentejuelas. 
Pegué mis manos en el escaparate y empecé a echar cuentas mentales para ajustar el presupuesto y poder comprarme las plataformas para el bautizo de mi sobrino. "Si en vez de darle el Blevit me paso a la Nidina un par de meses y en vez de ponerle los Dodot, le pongo los picos que guarda mi madre de cuando era bebé... y si me corto yo las puntas este mes y a mi querido le saco la bastilla de los pantalones de cuando hizo la comunión..."
- "¡Pero no te das cuenta!? ¡He besado a mi ex!!!!!! Esto es una señal. Mi matrimonio está construído sobre una mentira y lo peor: AÚN NO HE OLVIDADO A RICARDO!
Y se echó a llorar sin dejar que terminara de ajustar mis cuentas y echando a perder mi sueño de subir como la Duval las ecaleras de la iglesia del pueblo de mamá.
Desconsolada, me contó como Ricardo la acompañaba a casa después de una cena a la orilla del mar, como le pasaba la mano por la cara para apartarle el pelo, como se inclinaba hacia ella con la boca entreabierta y jadeante. Yo empecé a pensar que no estaba del todo mal el relato y que también tenía su puntito erótico, así que me acomodé en el sillón de la cafetería y pedí un gintonic. A veces soy un poco "viejoverde", qué le vamos a hacer.
Continuó describiendo como ella sucumbió a sus labios y se entregó a un beso eterno y lleno de sentimiento y que anhelaba con todo su cuerpo que Ricardo la besara por cada centímetro de su piel. Fue un beso largo, profundo y sensual donde ellos fueron todo boca, todo lenguas, todo atracción.
Bebí de mi copa y respiré. Y ella continuó con aquella bendita tortura.
- " Me sentí tan atraida por él que no quería que se despegara de mí pero entonces ocurrió algo que aún me tiene más desconcertada".
- "Qué pasó?- le dije con el teléno en la mano para llamar a mi querido y decirle que fuese acostando a las niñas y abriendo una botella de vino.
- " Es muy extraño, no sé cómo he podido siquiera imaginar... aunque no he sido yo, todo era un sueño pero es tan raro que..."
- "¿ QUÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉ????!!!! ¿QUÉ PASÓ!!?- y la niña del Exorcista se apoderó de mí. 
- " Pues que mientras Ricardo me besaba abrí los ojos por un momento y vi... vi a Mario a lo lejos, mirándonos fijamente y sin mover un sólo musculo de su cara. Salió de la nada, estaba de pie apoyado en la pared, las manos en los bolsillos y la mirada clavada en mí. Y lo peor de todo es que yo no me aparté de Ricardo. Cerré los ojos y continué besando sus labios con más pasión que antes. "
- "Y qué hizo Mario?- le dije cuando ya no me quedaba gintonic ni uñas y me habían entrado unas ganas locas de volver a fumar.
- "No lo sé! Me desperté".
Se despertó.  Ella es así, una profesional del misterio y la intriga. Después de mucho dialogar, nos dimos cuenta de que en realidad Ricardo no era Ricardo, era Mario en el fondo con la forma de Ricardo, que lo que ella anhelaba eran los besos apasionados y ardientes de Mario y la sensación de libertad que tenía antes de estar casada y que por eso el que la besaba era Ricardo, su exnovio pero no Mario, su marido. También llegamos a la conclusión de que por mucho amor que haya en una pareja, todos necesitamos volver a sentir de vez en cuando la emoción de los inicios, la llama de la pasión recién encendida. 
Y yo, que soy bastante más lista que el hambre y los ratones colorados juntos, me di cuenta de que en realidad, y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, a todos los hombres les gusta mirar.


lunes, 20 de agosto de 2012

Mi vida sin Lola

-" A ver, y tú que harías si te fueras a morir mañana?"- me dijo sin más.  Sonrió y bebió un largo sorbo de su menta poleo al tiempo que desnudaba con la mirada al moreno de ojos verdes de la barra.
Frente a ella, yo. Sacada de casa a rastras con el pelo recogido en una pinza fucsia de los chinos y sin rastro de digna vestimenta. Me dejó eso sí, cambiarme las alpargatas roídas que utilizo para arreglar el jardín por otras igual de cutres pero limpias. Qué yo compraré las camisetas en el Kiabi pero limpia las llevo como la que más, por ahí no paso.
Cuando hube digerido la dichosa pregunta, las lágrimas empezaron a bajar por mis mejillas.
- "¡Lo sabía! Mira que te lo dije veces, que una aspirina infantil al día no te hace inmune a litro y medio de martinis y tres paquetes de tabaco diarios, que eso no lo fumaba ni Coco Chanel en sus mejores tiempos, que todo  te iba a pasar factura!"- de mis ojos brotaba una auténtica catarata de lágrimas, un torrente sin control que además de permitir desahogarme, me estaba impidiendo ver lo que ocurría al otro lado del paisaje submarino.
Ella me dejó hablar, chillar, gritar de desesperación. Tuvo el detalle también de no oponer resistencia a mis zarandeos cuando la acusaba de loca inconsciente, niñata inmadura y mercenaria de su cuerpo (esto último no recuerdo muy bien a qué venía exactamente). Lloré y hablé como si realmente fuera a morir mañana hasta que el sosiego fue haciéndose fuerte en mi interior y comencé a espaciar las palabras, los sollozos y los supiros. Entonces empecé a no escuchar nada entre sollozo y gemido y temiéndome lo peor, limpié mis ojos con lo que pensé era la esquina del foulard de Lola y me encontré con lo inevitable: la cafetería más concurrida del centro completamente muda sin apartar sus setenta pares de ojos de mí. Mi amiga Lola mirándome completamente pálida y el camarero que nos atendía sujetando medio litro de tila embotellada, mi abrigo y mi bolso.
Sin mediar palabra, ella por miedo y yo por falta de oxígeno, nos sentamos en un banco del paseo a recuperar ella la confianza y yo el mismo oxígeno de antes. 
- " Era sólo una pregunta, querida amiga asmática. NO me muero mañana, NO bebo litro y medio de martinis NI fumo tres paquetes de cigarrillos al día.Y SÍ, estás completamente loca."
- "¿Entonces a qué viene esa pregunta después de sacarme de casa a tirones sin dejar siquiera que me pusiera un postit por si viene alguien y no me encuentra?"
Lola me miraba con cierta ternura a estas alturas. Me cogió la cara entre sus manos y me volvió a repetir que estaba bien, que me mandaba después por mail los resultados de su última revisión médica y que se temió mi inevitable monólogo sobre si me pongo esto o aquello, pero dime mejor a donde vamos y así sé lo que ponerme pero a tomar café o a algo más porque si luego vamos de compras me llevo otro bolso bla, bla, bla.
Cuando comprendí que realmente era sólo una pregunta sin más, decidí que lo correcto era compensarle con una buena y sincera respuesta. De modo que comencé:
-" Pues si me fuera a morir mañana... qué complicado Lola... pero en veinticuatro horas o mañana temprano? me refiero a que si ya no me despertaría una vez que me acostara o si sí"- la cara de Lola empezaba a ponerse azul de modo que recordé mi propósito de obsequiarle con una respuesta útil y decidí hacerme caso omiso en cuanto a mis preguntas colaterales- " Bien, pues llamaría a todas las personas a las que quiero para despedirme aunque pensándolo bien, les mandaría un sms para que vinieran todos al mismo lugar para poder abrazarlos uno a uno, les pediría perdón por aquello que hubiese hecho y hubiese podído molestarles, les perdonaría por aquello que hubiesen hecho y hubiese podido molestarme, les dedicaría unas palabras a cada uno y luego me quedaría con mi familia, bueno también con los amigos que son como familia...   igual me quedaría con todos abrazándolos y basándolos en una gran besoabrazo humano hasta que me muriera de amor a la mañana ( o día) siguiente.
Cuando levanté la vista, orgullosa hasta la médula por mi clara, concisa y sincera respuesta, me percaté de que Lola no me estaba escuchando. Se había levantado a darle fuego al moreno de ojos verdes de la barra y ahora charlaba con él animadamente (y seductoramente, que todo hay que decirlo). Lola reía a carcajadas tan sensual y divertida, que el moreno de ojos verdes no pestañeba siquiera para no perderse ni uno sólo de sus movimientos. Al cabo de un rato entró en el bar, me mandó un sms y salió guiñándome un ojo. La vi alejarse agarrada al brazo del moreno de ojos verdes de la barra, contoneándose feliz y perfectamente peinada sin pinzas fucsias en la cabeza. Leí el mensaje y por fin, después de toda la tarde, al fin, comprendí la pregunta.
" Carpe Diem, princesa".

lunes, 13 de agosto de 2012

Reunión sabadera

-" Lo siento, llego tarde!. Esperadme para empezar, vale?"- me gritó Marta nada más descolgar el teléfono. 
-"Claro nena, no te preocupes"- contesté algo preocupada por su voz acelerada y temblorosa.- "¿Todo bien?"
-" Perfecto. Adi..." pi, pi, pi
Colgó tan rápido que la esperaba con el corazón en un puño. Respiré al fin cuando la vi aparecer en nuestra reunión de los sábados con la cara resplandeciente y cierto rubor en las mejillas. Una sonrisa de oreja a oreja le impedía articular más de dos palabras seguidas. Unas a otras nos mirábamos extrañadas, interrogantes, envidiosas perdidas.
La reunión de los sábados la instauramos como evento semanal e irrenunciable al terminar la carrera. Cargadas con nuestros títulos de eruditas filólogas, fuimos a celebrar el fin de curso a un café algo bohemio en el que servían, además de cafés, ricos combinados a base de ginebra que, mezclados con el oportuno zumo de gumibaya, nos hacían la ilusión de estar tomando absenta en el París de Baudelaire. Y así, brindis tras brindis nos hicimos la promesa de reunirnos cada cierto tiempo para hablar de libros, poesía y cultura.
 Por supuesto, no pensamos en que pasados unos años, el volumen de títulos leídos semanalmente se reduciría drásticamente hasta llegar a límites insospechados, como por ejemplo, ninguno.
De cualquier manera, decidimos seguir con las reuniones para charlar sobre todo aquello que nos permitiera desconectar de biberones y pañales y si había suerte y alguna se ponía al día en novedades literarias, poder compartirlo con todas. Nosotras somos así, un poco secta.
Marta era de las más activas. Estaba casada desde hacía diez años y era madre de un educadísimo niño de seis al que le habían enseñado a ser autónomo desde el día de su primer cumpleaños. Gonzalo, que así se llamaba, era capaz de estar dos horas sentado en una silla viendo el Concierto de Brandeburgo sin moverse ni pestañear. Doy fe. Así que Marta, con semejante heredero y un marido amante del trabajo y de llegar tarde al lecho conyugal, dispone de bastante tiempo libre para sentarse en su coqueto rincón de lectura con su espalda perfectamente alineada para evitar contracturas y echarse en brazos del primero que venga con un buen título bajo el brazo.
Cuando llegó aquella tarde, agitada, ruborizada, espléndida y sobre todo, tarde, teníamos claro  que algo raro pasaba. Ella, la más disciplinada, recta, inalterable y sobre todo, puntual de todas nosotras y del mundo entero me atrevería decir, estaba completamente desconocida.
-"Yo creo que tiene un amante"- me susurró Manuela al oído. 
-"Anda mujer, imposible"- le contesté, aunque por dentro no dejaba de pensar en que ese brillo en los ojos, suele ir irremediablemente unido al cosquilleo estomacal que produce la pasión de los anhelados principios.
Habíamos desconectado hacía rato de la perorata insufrible de Mónica y su tercera lectura del Ensayo sobre la ceguera. Y eso que es uno de mis favoritos. Nuestros ojos estaban clavados, uno a uno, en el paquete misterioso de grandes dimensiones que Marta había puesto entre sus piernas. Intentaba taparlo a cada momento pero de vez en cuando, zas! volvía a asomar por allí aquella esquinita delatora que ciertamente la estaba poniendo nerviosa.
Mónica enmudeció, guardó sus tarjetones de lectura y dijo por fin las palabras mágicas:
-" Muy bien, Marta, escupe!". Lo dijo eso sí, con cierto desagrado. 
Marta no tenía escapatoria. Fuera lo que fuera tenía que compartirlo. Ya he dicho que somos un poco secta y no nos gusta nada eso de no enterarnos de las cosas de las demás. Para lo bueno y para lo malo, eso dijimos aquel día de la pseudoabsenta.
Con las manos temblorosas y las mejillas en su punto álgido de maduración, Marta se puso en pie con el misterioso paquete entre las manos. Abrió la bolsa y descubrió un tomo de una extensión considerable y de color negro. Mirábamos expectantes, sin pestañeos, sin susurros, sin respiración. 
-" Me lo compré ayer. Me quedan cien páginas. Prometo pasarlo."
Cincuenta sombras de Grey se llamaba el msiterioso paquete. Y allí estábamos todas, las eruditas, las cultas, las aspirantes a un orejero junto a Carmen Riera en la Academia, enganchadas a un señor que te regala deportivos a cambio de un cachetillo. La mayoría vamos por el tercer volumen. Nosotras, que no teníamos tiempo ni para leer un Cuento de los doce Peregrinos. Lo que no pueda el amor...


jueves, 17 de mayo de 2012

La boda de mi mejor amiga

- "¿Te lo puedes creer?"- me decía con un hilito de voz, sujetando a duras penas ese torrente de lágrimas que estaba a punto de poner a prueba a su máscara waterproof- "¡Voy a casarme!".
Estaba radiante, preciosa, perfecta. Claudia nunca dejó nada al azar en cuanto a sus estilismos se refiere pero esta vez se había superado. Y allí, en medio de aquel jardín tupido de jazmines y rosas blancas, me miraba esperando una reacción. Es curioso como a veces, aún sabiendonos guapas, no nos lo acabamos de creer hasta que alguien nos lo confirma de alguna manera. " Estás más guapa que nunca. Mario se va a desmayar en cuanto te vea avanzar por esa alfombra roja". Claudia sonrió, me apretó la mano y volvió la cara sutilmente, justo hasta el punto en el que un rayo de sol hizo resaltar más aún sus enormes ojos verdes. ¿Dónde está el fotógrafo de Pronovias cuando se le necesita?

Claudia dijo sí a un Mario emocionado y tembloroso. La miraba con tanto amor que nos contagió a todos y en el momento de darnos la paz, en vez de apretarnos las manos, todos los invitados nos dimos besos y emocionados abrazos. Había tanto sentimiento en sus ojos, que incluso conmovió a dos amigas que habían dejado de serlo y que se perdonaron allí mismo, en mitad de la iglesia. Nunca había asistido a una boda en la que tanta gente llorara a moco tendido, olvidando maquillajes y peinados y dajándose envolver por aquella felicidad que desprendían los novios.

Fue una celebración de lo más informal. En un rincón del jardín se formó espontáneamente una montaña multicolor de pamelas y tocados y a su lado, otra de tacones de aguja e incómodos stilettos. Nadie se preocupó de retocarse las mejillas ni de ajustarse el recogido, nadie se molestó en fijarse si la de al lado llevaba un vestido viejo o de la nueva temporada. Sólo brindis y más brindis por la felicidad de la pareja.

-" ¡Qué boda, Claudia!, ¡la mejor a la que he ido en mi vida!"- le comentaba Marta a la vuelta de la luna de miel.
-" Gracias amiga, me alegro tanto de que disfrutárais..." - contestaba Claudia sin resultar del todo creible.

Esa voz... esa cara de circunstancia... esos ojos huidizos... A mí no se me escapa una y además la conozco mejor que su señora madre de modo que, aprovechando un despiste del grupo, cogí a Claudia del brazo y me encerré con ella en el baño.

- "Venga Candy Candy, qué es ahora?"-
- "¿Ahora de qué? No me pasa nada cariño, de verdad"-

Por la forma en que lo dijo no tuve más remedio que creerla. Abrí la puerta del baño y cuando tenía medio pie fuera escuché un enorme " aaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyysssssssssssssssssssss" que me dejó paralizada. ¡Lo sabía!, me dije a mí misma en bajito para que no pareciera que me alegraba de que realmente le pasaba algo.

-" Es que... es que llevo seis meses,¡¡ seis!!, preparando cada detalle de mi boda!"-
-" ¿Y?" -  le contesté yo repasando a la vez el número de cervezas que llevaba y que muy probablemente me estaba ralentizando el entendimiento. - "Todo estuvo perfecto, Claudia!"
-"¿Perfecto? ¡¿Perfeeeecto?!"
 Y así, sin previo aviso, resulta que abrí la caja de Pandora.
En fin, que Mario no se fijó en su vestido, que las invitadas no vimos el guiño que nos hacía al poner una margarita blanca sobre cada plato de pan, que los centros florales pasaron desapercibidos, que nadie le dijo nada de su fabuloso peinado obra del afamado peluquero Fulanito de Tal, que si bla, bla, bla. Desconecté, sí, lo reconozco. Claudia había tenido la boda más hermosa del mundo y en eso precisamente era en lo que ella no había reparado.  De modo que no me quedó otra que sacar el móvil y enseñarle algo que la hizo callar para siempre...

Parejas de estresados padres completamente abrazados moviéndose al son de la orquesta, caras de felicidad riendo y alzando las copas por ellos, risas sinceras y besos de enamorados. Bailes despreocupados con los pies descalzos y al fondo.. ella, blanca, radiante y afortunada, mirando embelesada a su embelesado marido. Aquella foto lo decía todo. "Tu boda Claudia, fue sencillamente la celebración del amor".

Claudia sonrió, me apretó la mano y volvió la cara sutilmente, justo hasta el punto en el que el foco de luz, hizo resaltar aún más sus enormes ojos verdes. Y ahora sí, ahora sí dejó salir el torrente de lágrimas que tenía prisionero desde el día de su boda.






















jueves, 26 de abril de 2012

Vacaciones en el mar

                                                                                  A mis viejos, enormes y queridos amigos 
                                                                                                                      E y J. Enhorabuena.



Cuando en mis años de instituto hablaba con mi inseparable amiga Ana de nuestro futuro, yo me veía con total clarividencia viviendo en un ático en el  centro de Madrid, compartiendo vinos carísimos con mi amante de turno y vistiendo ropas modernísimas y pequeñísimas gracias al tipazo que me saldría por generación espontánea al cumplir los treinta. Todo eso se ha cumplido... pero en ella. Y yo me alegro, claro. En el fondo, pero me alegro.
También soñaba con vacaciones glamurosas conociendo medio mundo glamuroso, paseándome por cada aeropuerto subida a unos maravillosos taconazos y con la melena al viento, provocando suspiros entre ellos y envidias entre ellas...
Pero claro, esto son cosas que se hablan entre quinceañeras que, muertas de frío en la puerta del instituto, fantasean con el maravilloso momento en el que tendrían el suficiente dimero en la cartera como para no tener que compartir los cigarrillos. Puestas a soñar, una se envalentona y luego pasa lo que pasa. 

El verano pasado mi querido y yo nos dispusimos a disfrutar de unos días cerquita del mar. Muy cerca, en primera linea de playa. Yo ya me veía tomando unos daikiris en la terraza del hotel a la luz de la luna, recordando aquel chupito de ginjinha en Lisboa, aquella calle Elvira de Granada, aquel restaurante uruguayo de Mallorca en el que él disfrutaba de su entrecot nada hecho y yo del acento de los camareros; de Toledo... qué bonito es Toledo. No sé cual es el motivo por el que siempre tiendo a imaginarme cualquier plan futuro, idealizándolo en mi cabeza. Lo mismo me pasó al pensar en mi hija de un año jugando con la arena en la playa. En mi previo mental, no aparecía rebozada en arena y crema solar, intentando comerse las conchas que encontraba a su paso y sin pretender conciliarel sueño hasta las tres de la mañana que, quieras que no, no son horas de daikiri para una madre de familia que a las once de la noche suele estar con media pestaña bajada.
Reservamos finalmente un apartahotel ya que es lo más práctico cuando se tienen niños. Eso dicen. Tengo decidido no volver a ninguno. No veo yo a Angelina Jolie saliendo de un apartahotel con sus seis hijos. Y si ella no, yo tampoco, que igual de mamás sexys y glamurosas somos las dos. 
Y allí, bajo el sol que antaño bronceó las pieles de la Jet Set española, en aquellas playas que sirvieron de escenario a Alfredo Landa y Antonio Ozores en los destapados años setenta, coincidimos con mi amiga Elena, su marido Juan y su hijita Alicia. Ya teníamos el plan hecho: vacaciones familiares en Torremolinos! Parabaraba parabara parabarabaraua parabara ra ua ua para bara ua ua uaaa... 
Elena y yo nos conocimos en el instituto. Nos hicimos amigas entonces gracias a nuestra pasión por los juegos de cartas. Sí, tal y como suena. Todo el mundo tiene un pasado. El caso es que Elena, Juan y yo pasábamos las horas planeando estrategias de juego, retándonos en interminables partidas, sacándonos los cuartos los unos a los otros. Y así, entre ases y reyes, se formó una amistad que dura ya quince años. En estos quince años yo cambié de novio, luego cambié otra vez, otra, algún escarceo sin importancia hasta que finalmente me rendí a los encantos de mi querido. Elena y Juan siguieron juntos, se casaron y decidieron perpetuar sus hermosos genes. Y así nació Alicia, una preciosidad que sabe latín.
Y en esas estábamos los seis cuando quedamos para cenar en el puerto deportivo.
- Para mí, cerveza cero, cero - dijo ella, así, a bocajarro. 
Un momento. ¿Una cero, cero? Aquí pasa algo raro, pensaba yo mientras miraba rápidamente de un lado a otro con los ojos entornados. Pensé en que igual era ella la encargada de conducir esa noche pero lo descarté al segundo teniendo en cuenta que su apartamento estaba prácticamente frente al restaurante donde estábamos cenando. ¿Será que está a dieta? No, imposible. La muy ##&grññÇ## seguía con la misma talla que tenía el día que la conocí. ¿Antibióticos?, ¿una promesa?, ¿embarazo?... EMBARAZO!!! 
- Un momentito, querida amiga abstémica- le espeté mirándola a los ojos y con cierto tonito detectivesco. -Creo que te estás guardando algún as en la manga...
Pues sí, como pensadora no tengo precio. Elena estaba embarazada de nuevo... y a mí me habían desaparecido milagrosamente las ganas de un daikiri. 
- Un momentito, querida amiga de los combinados tropicales- espetó ahora ella- ¿tienes algo que contarnos?
 Miré a mi querido, le cogí la mano y así, con cara de anuncio de Mon Chery contesté que de ninguna manera, que lo mío era una indisposición momentanea que se me curaría en unas horas, no en nueve meses. Y conforme iba terminando la frase, algo dentro de mí se movió a la altura del corazón.
Al día siguiente brindamos con sidra por la feliz noticia. Brindamos tanto y la noticia era tan feliz, que mi querido , presa de un arrebato de envidia por la futura paternidad de Juan, corrió a la farmacia para que le demostrara allí, en vivo y en directo, que lo mío era una indisposición momentánea y no el varoncito con el que completar la parejita.

De aquello hace ya nueve meses. Paloma, el resultado de mi predictor, decidió correr un poquito más y se presentó antes. Ayer, día del cumpleaños de Juan, vino por fin Carla Isabel.

Siempre tiendo a idealizar en mi mente cualquier plan futuro, pero esta vez no idealicé en absoluto. Me quedé corta del todo. Y eso que el apartahotel estaba en cuarta linea de playa y que las vistas de la terraza eran dos tiendas de ultramarinos y una señora con bata de flores sentada al fresco en la puerta de su casa. 




 


jueves, 5 de abril de 2012

Amar a dos

Vaya, vaya, vaya... parecía imposible pero sí, vuelvo a tener el corazón completamente partido. Ya desde los tiempos del instituto empecé a intuir algo. Me engañaba a mí misma con aquello de que el que verdaderamente me gustaba era Juan Carlos y que lo de Pablo primero, Sergio luego, Antonio después, César, Jose... en fin, que lo del segundo en discordia era sólo una atracción superficial que no hacía daño alguno a mi platónico amor verdadero, profundo y eterno por Juan Carlos. Pero la realidad era otra.
Después, con los años y un hecho ciertamente importante como fue el encontrarme por el camino al amor de mi vida, llegué a la conclusión de que mi predisposición a tener la mente ocupada en imaginarme mi idílica vida,  arropada con una manta tras una chimenea abrazada a mi media naranja o a mi media naranja alternativa, tenía los días contados. Por fin mi corazón tenía un sólo dueño, ya no había plan B. Mi mente me agradeció el detalle proporcionándome unas dosis más de inteligencia para terminar de enamorarlo, no fuera a ser que sólo con el tema del estómago no me lo ganara y volviese a las andadas de los desvelos dobles.
Pues no, está claro que la cabra tira al monte y que mi corazón no está pensado para albergar a un sólo amor. Y lo he vuelto a hacer, lo malo es que la cosa ha empeorado, aquello ha tenido que darse de sí y ahora ya son tres las razones de mi vida.
Desde hace un poquito más de veinte meses, desde que Carlota llegó, venía pensando que era imposible sentir lo mismo por un segundo hijo. El enamoramiento tan profundo que tenía y tengo por la primogénita parecía insuperable. Un embarazo de total autoadoración, una niña maravillosa en todos los sentidos, una felicidad que no tiene límites cuando me mira y me dice "asias mamá, sopita"... en fin, todo esto me ha tenido nueve meses sumida en una incertidumbre. ¿Podría superar mi propia marca y lograr estar locamente enamorada de tres?. Y si así fuera, podría mi mente soportarlo, mayor ya y acomodada a sus rutinas diarias o me castigaría volviéndome a hacer olvidar cosas, pongamos pintarme la raya del ojo, como me agradeció el primer nacimiento? 
Paloma nació el 28 de marzo, hoy cumple una semana, la semana más feliz de mi vida, los siete días más llenos de preocupaciones, de emociones, de inmensa y pura felicidad cuando las miro a las dos y pienso que esto ha salido de nosotros, cariño, de ti y de mí, de lo que nos estamos queriendo. 

Gracias mi vida.
 A los tres.

martes, 14 de febrero de 2012

Feliz San Valentín

-"Nosotros celebramos San Valentín todos los días"-  contaba mi amiga Claudia al grupito de amigas que escuchábamos embobadas sus historias de feliz recién enamorada. Aunque la verdad, yo creo que ninguno de los que va pregonando que cada día celebra su historia de amor, llegue el quince de febrero y le regale un ramo de rosas blancas de tallo largo a la afortunada costillita. Ese día todos salimos del paso con la dichosa frasecita para no rascarnos el bolsillo (o la mente en caso de no disponer de bolsillo), y sorprender a nuestra pareja con un detalle amoroso. Y digo yo, qué favor le hago a El Corte Inglés si le preparo a mi querido una tortillita francesa con forma de corazón para cenar? y si le felicito hoy el día con muchos besos por la mañana? Como no sea que con el detalle se me ablande y se vaya derechito a la sección de peletería... pues no se me ocurre.

Mario sin embargo sí es de esos. -" Es tan detallista... cada noche, cuando vuelvo a casa de trabajar, me espera con una copa de vino en el sofá, la cena preparada y una nota de amor sobre la cama",  relataba tan campante mi am... Claudia. -" Tengo la casa llena de flores frescas, bombones por todos lados, música romántica sintonizada las veinticuatro horas del día. En un segundo aparece de la nada, me envuelve en abrazos y me susurra al oído cuánto me quiere..." - continuaba la ##¡¡@##### de Claudia. -" Así que creo que voy a dejarlo. Estoy agotada de tanto amor!" 

Todas nos quedamos ojipláticas, sorprendidas, asombradas... a alguna incluso se le desencajó la mandíbula. Claudia sollozaba a su manera candycaniana sin perder ni un ápice de su elegancia y cursilería natural. Y allí mismo nos reveló las perversiones a las que la sometía el perverso Mario en su afán por demostrarle a diario su perverso amor. Elena la acompañó en el llanto por solidaridad femenina y también porque no recordaba cuando fue la última vez que su marido le dijo lo guapa que era. Marta no abrió la boca en las tres horas y cuarto que duró el Diario de Claudia, simplemente fijó la mirada en un punto lejano y allí la dejó olvidada toda la tarde. Laura asentía en silencio sin poderse creer que de verdad a alguien le molestara que le acariciasen el pelo mientras dormía. Y yo no dejaba de pensar en lo poco que a veces apreciamos lo que tenemos. Conocía a Claudía desde la universidad y sabía que en dos días se le habría pasado, en el fondo adora que la adoren...

Metida de lleno en mis reflexiones amorosas, conduzco hasta casa resuelta a demostrarle a mi querido que los dichosos grande almacenes no se van a enriquecer con nuestra celebración del día de San Valentín y que es una fecha tan buena como cualquier otra para avivar la chispa del matrimonio con hijos. Llego a casa, abro la nevera y preparo pequeñas delicatessen de esas que quedan tan vistosas, todas con su pimientito rojo, su mermelada de arándanos, su tomatito cherry... hoy todo va con color del amor. Pongo a enfriar dos botellas de vino rosado y rápidamente baño y alimento a las niñas. Cuentito romántico y a dormir. Me hago un recogido de lo más sensual, me pongo el único vestido que disimula mis dos embarazos y mi afición al chocolate, doble capa de rimel, triple de antiojeras y labios rojo pasión. Taconazo al canto y a esperar a mi querido con las copas de vino en el sofá y su nota de amor sobre la cama...

A las diez y media entró por la puerta. Yo abrí el ojo que tenía medio cerrado ya y poniendo mi voz más sensual le recibí con un "Feliz San Valentín, cariño". Él miró la botella de vino de refilón para comprobar si el arrebato de amor era obra del Rosé D´Anjou. Al ver que estaba casi llena me preguntó por las niñas. -"Duermen...", le contesté levantando una ceja al mismo tiempo. -" Qué bien, voy a cambiarme". Cuando volvió al salón, yo ya me había quedado dormida. Me cogió en brazos, me quitó los zapatos y me metió en la cama. Tuvo además el detalle de desmaquillarme con una toallita Dodot, sabe que no soporto dormir con las pinturas en la cara. A la mañana siguiente me había dejado los platos vacios y una nota en la nevera : " Estaba todo buenísimo, me lo terminé para que no se estropeara". Yo sonreí y apreté fuerte aquel papel contra mi corazón... 




Para nuestro Amor...
Carlota, Paloma y mamá



lunes, 30 de enero de 2012

El mensaje encriptado

Es curioso como a veces, cuando nos enganchamos a una serie, nos metemos tanto en ella que por momentos creemos ser alguno de sus protagonistas.  A mí me pasó no hace mucho con Sexo en Nueva York, lo malo es que empecé a tener personalidad múltiple cuando no me centraba en cual de ellas era mi alter ego. Lo mismo quería ser la esposa y madre perfecta vestida por Burberry (para lo cual me faltan ceros en la cuenta), que prefería sentirme como la chica independiente que escribe en su portátil sobre sus múltiples conquistas (para lo cual me falta independencia... y también ceros en la cuenta para los Manolos, por cierto). Con Miranda y Samantha me sentía menos identificada, cosa que mi querido agradece, sobre todo por el tema de la promiscuidad  de la segunda. Finalmente me decidí por ser una Charlotte rebajada, como el güisqui.
Pues bien, me ha vuelto a pasar. Resulta que después de ver Sherlock Holmes, me creo que vivo en una serie de detectives y a todo le encuentro el puntito misterioso. ¿Que faltan dos cervezas de la nevera?, allá que voy a seguir la pista de tal ausencia. Miro en la basura a ver en qué capa de la misma se encuentran las chapas para cotejar los resultados con los restos de comida que haya alrededor y así saber la hora en la que "alguien" las ha hecho desaparecer. ¿Qué ha sido por la noche?, ummm, veamos... yo no pude ser porque no bebo alcohol en mis cuarenta semanas de gestación. La niña tampoco porque se quedó aparentemente saciada con el último biberón, tal y como deduje después de escuchar el sonoro eructito con el que me dio la buenas noches. De manera que estaba claro, había sido él! Cogí el teléfono y puse mi voz más enigmática: -"Qué tal te sentaron las DOS cervezas que te tomaste ANOCHE?". Después de un silencio de dos minutos, supongo que el tiempo que tardó en hacerse a la idea de que no tenía escapatoria y de que estaba contra las cuerdas, mi querido contestó: -" Bien cariño, pero para esto me llamas al trabajo?"
Y en éstas estaba cuando he recibido el jerogrífico mensaje de mi amiga Claudia: "Tenmos q hablr. Import. A las 8 en El rincón de Patxi. Bss a to2." Me ha dejado sin respiración, ¡al fin un misterio de verdad! No sé si recordaréis a mi amiga Claudia, de la universidad. Aquella que se enamoró del cocinero italiano, Mario, y con la que tuve que ir a pasar un verano en la Toscana. La mismita que viste y calza. El tema es que desde hace unos días, está bastante extraña, muuuuuy misteriosa diría yo. Llora a cada cinco minutos, ríe a carcajadas los otros cuatro, se ha cambiado el color de pelo de rubio belenesteban a rubio personanormal, ya no se muerde las uñas y se ha puesto un aparato en los dientes. Monísimo, eso sí, casi ni se nota pero, ummm, mucha casualidad, no? Por otro lado ese mensaje (que querrá decir eso de "to2"? totú? tutús? adós? ¿¿??) , con esa ausencia notable de letras que demuestra sin duda la prisa que llevaba (o lo poco que lee últimamente), sin duda quiere decir algo. Después de horas intentando descifrarlo, decido arreglarme para no llegar tarde a la cita y también decido dejar de ver esta serie que me está sorbiendo el seso. Bastante tengo con resolver el misterio de qué hacer de comer para mañana con los dos limones y el sobrecito de ketchup del Burguer King que hay en la nevera.
A las ocho y cuarto entró radiante mi querida Claudia en el restaurante. Pelo de peluquería, vestido nuevo siete tallas más pequeño que el mío (yo ahora tengo tres más de sujetador, se siente), sonrisa roja Dior y mirada emocionada de "os quiero tanto amigas"... Aquí hay tomate. Mi mente se resiste a abandonar mi nueva personalidad de detective privada y empiezo a atar cabos a toda velocidad: pi piiiii piii pipi esto más esto piiii piiii pii más aparato más piiii más tinte más uñas piiii pii pi piiiiipi y por fin, antes de que por mi cabeza empezara a salir humo, Claudia bebió de su copa de vino, se puso de pie y con su famosa mirada de Candy Candy terminó con mis elucubraciones de un plumazo: -" Chicas...(suspiro, nuevo sorbo de la copa, apretón de labios, sonrisa apretada y...) me caso!!".  ¡¡Se casa!! Y qué bien se está sin ese molesto pitido en la cabeza...
Bien, pues ya es oficial, Claudia y Mario se casan en primavera. Falta poco pero aún tengo tiempo de meterme en la piel de la mejor amiga organizadora de bodas de la historia. ¿Habrá alguna serie sobre esto? ¿y con la amiga- organizadora embarazada de siete meses?, igual algún culebrón sudamericano. Me pondré a investigar ahora mismo.

De aquellos barros...

Al fin y al cabo, son como hijitas. Me da pena borrarlas de modo que las dejo por aquí, todas juntas y sin hacer mucho ruido...Las entradas más populares del antiguo blog Sopa de letras para intolerantes.



 Nueva vida

 Recuerdo aquellos días en los que iba a hacer la compra semanal sin tener que leerme los ingredientes de todos y cada uno de los alimentos que quería comprar. ¿Qué quería jamón de pavo?, pues al carro! ¿Qué eran palitos de surimi?, pues venga, sin pensarlo dos veces! Pero llegó aquella tarde en la que mi médico me dijo que tenía que dejarlo, me refiero a lo de comprar sin echar una lectura rápida antes de seguir llenando el carrito en cuestión. "Piensa -me dijo muy seria- que vas a iniciar una nueva vida". Pues muy bien, no es el fin del mundo, pensé yo incrédula. Hay muchísimas cosas en todo un Mercadona que sí puedo comer y bueno, pasar del jamón en las bodas ya lo tengo más que entrenado desde mi embarazo. Pero oh, sorpresa! no es tan fácil. Con estas nos plantamos en el super mi querido (marido, no querido a secas) y yo. Hasta ahora pensaba que podría preparar unos suculentos rollitos de jamón de pavo rellenos de lechuguita picada, surimi en tiras, su poquito de cebolleta bien picadita y unas cucharaditas de mahonesa: no hay pescado (prohibido), ni cerdo (idem) ni nada que pudiera hacerme daño...a simple vista, claro. Antes de lanzar mi paquetito de pavo grácilmente a la cesta, con movimiento de melena al viento incluido, recuerdo a mi doctora hablándome desde un bocadillo animado diciéndome "¿Dónde te crees que vas con eso, así, a la primera?", de modo que me paro a leer los ingredientes segura de que ya tenía la cena resuelta. "Pavo, azúcares, bla, bla, bla, lactosa, bla...¿¿¿¿lactosa????". Hombre, no ducharme con el Lactovit lo tenía ya asumido pero que el pavo tenga lactosa me dejó fuera de juego. "No importa-  le dije a mi amado esposo-, de entre estas cien marcas, alguna seguro habrá sin el elemento maligno". Y allí que nos pusimos a leer y leer lo que resultaría el equivalente en letras a la primera parte de El Quijote, hasta que por fin dimos con ella: pechuga de pavo que sólo tenía pechuga de pavo y sal (y diez excipientes de los que no recuerdo el nombre)!!!!!. "Ahora a por el surimi, amor, que tenemos la muñeca caliente"!!, le dije yo, emocionada y embargada por el triunfo sobre las pechugas de pavo. El surimi no me fallaría,  es tan sólo un cangrejo que nació más alto y esbelto, le quitaron su caparazón y lo metieron en su bolsita correspondiente. Bueno, ya sabía que no, pero lo que desconocía es que el surimi tiene de todo menos cangrejo!!! Alguna marca le echa un poquito, aroma de cangrejo creo que lo llaman, y casi todo es pescado así que mi gozo en un pozo. Aquella fue la experiencia que me abrió los ojos cual Lázaro con el toro de piedra, de modo que cogí mi lechuga y mis tomates cherry y me volví a casa con el surimi entre las piernas..."A Dios pongo por testigo, -me dije muy melodramática yo- que nunca volveré a hacerme una cena tan convencional!"...Y así nació este blog, una ayuda para mí y para aquel que lo necesite. Bienvenidos.


 "Si yo fuera rica..
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sería celiaca"- añadió mi amiga Ana con la mirada perdida, tras haber procesado en su mente el precio del pan de molde sin gluten de la tienda de dietética. "-Pero bueno, tú has visto qué dineral cuesta todo?". Pues sí, ser celiaco o intolerante a la lactosa o a cualquier alimento básico, es todo un lujazo. De manera que tienes dos opciones: gastarte el dinero que guardas para la universidad de los niños en una visita a "La boutique del intransigente" o te pones  manos a la masa y decides hacer tú mismo algún manjar con el que agasajar a tu delicado cuerpecito. De hacerlo así puede que uno de los niños pueda tener sus estudios. Eso sí, en la pública, que luego se les va un pico en fotocopias.

  De cualquier modo no hay que ser tan negativos. Esto de la intolerancia también es muy chic.  De hecho en las páginas interiores del Vogue, aparece en la columna de lo que está in.  Sí, sí, justo al lado de las sandalias de diecisiete centímetros de Manolo Blanik (para lo que también hay que ser rica, por cierto). Porque a ver, eso de rechazar una bandeja de jamón recién cortado con un suave gesto de muñeca y una delicada sonrisa cuando el camarero se acerca a ti en el aperitivo de una boda,  eso da que hablar seguro. Los demás abrirán sus bocas llenas con el pedazo de pan (o de baguette, que estamos en un enlace muy fino) que han tomado para acompañar su bocado del impúdico animal  y admirarán la entereza y la distinción con la que hemos obviado manchar nuestras estilizadas manos de grasa. Claro que también habrá quien diga aquello de " lo que hacen algunas para meterse en el traje nuevo..."

Yo sigo pensando que contarle a tus amigas que tomas el té con leche de almendras y que lo acompañas con un delicioso y tremendamente ligero bizcocho de harina de arroz  (es importante enfatizar esto de ligero), es enormemente glamouroso...¿qué es eso de tomarte el café con leche condensada antes de engullir un brownie de chocolate blanco caliente?. Demasiado mundano para mí, muy al alcance de todos. Lo mío es lo exclusivo, lo único, lo selecto. Lo mío es el Armani de las pastas, el Cartier de los panes, el Dom Perignon de las leches. Exactamente igual de caro.


 El placer de terminar.

Paseaba por entre los naranjos sintiéndose la Leonora de Blasco Ibañez. Corría un viento suave que permitía andar bajo el sol aún a las cinco de la tarde de un mes de mayo andaluz. Disfrutaba tocando las hojas de los árboles que encontraba a su paso, se sentía dichosa con el leve movimiento de su largo cabello cobrizo sobre la espalda y fue un poco más feliz al contemplar la bajada sinuosa del arroyo por entre las piedras que encontraba en el camino.
Hacía apenas un momento que acababa de terminar la lectura de su último libro y como embargada por el olor que la Naturaleza desprendía en él, salió a sentirse la protagonista de la novela en medio de aquellos azahares. Revivía en su cabeza los últimos párrafos y volvía a distinguir la misma sensación una y otra vez. Casi sentía pena por haberlo terminado.
Pasaron las horas sin darse cuenta, lo notó cuando el suave viento se transformó en un aire frío y el sol dio paso a las estrellas. La melancolía por haber finalizado el último libro dio paso a la impaciencia por  empezar el siguiente. Seguía teniendo ganas de Naturaleza y eligió a Galdós para continuar soñando.
Cubrió sus hombros con la vieja manta del sofá, preparó un café caliente y se sirvió el último trozo de bizcocho de leche que quedó del desayuno y allí, sentada en el porche de la casa de sus abuelos, se dispuso a disfrutar de sus pasiones a solas. Respiró hondo... y comenzó.


 Dominguera

Voy a hacerme dominguera. Lo decidí en mi última jornada playera, cuando comprobé que mi antigua rutina marítima  no le venía bien a mi nueva condición de intolerante.
Solía bajar a la arena envuelta en un larguísimo pareo blanco, con las gafas de sol protegiéndome de los rayos diurnos y que además me permitían echar una disimulada ojeada  a los michelines, bikinis y pectorales embadurnados de aceite ajenos. Para ver el ambiente en resumidas cuentas, pertrechada tras mis lentes de Armani.
Despacio, sujetando con mi natural elegancia la cesta de mimbres dorados por cuya esquina sobresalían por casualidad mis carísimas cremas solares, descendía por la escalinata del paseo sintiéndome la Grace Kelly de La Antilla. Caminaba por la arena esquivando pelotas y palas sin despeinarme lo más mínimo, incluso me permitía regalarle una sonrisa al despreocupado padre de las criaturas juguetonas. Yo soy así, me gusta hacer feliz a todo el mundo. Al llegar a mi tumbona, descubría mi exclusivo bikini de trescientos euros al tiempo que, siempre tras los cristales oscurísimos, miraba a mi alrededor esperando encontrar a mis vecinas de sombrilla con sus bocas abiertas ante semejante derroche de belleza.
Vuelta y vuelta al sol y lista para ir a tomar mi vermut al chiringuito. Después quizá una cerveza fresquita y preparada para agasajar a mi cuerpo con las delicias costeras.
Así era antes...más o menos.
Pero aquel día, al bajar al chiringuito se acercó el camarero a tomar nota. -"Buenos días, señora, una servesita fresca? que vaya la caló que está jasiendo". Al pedir un agua me mira con cara de circunstancia, pero creo que sigue empeñado en alimentarme como sea. "-Un agüita, mu bien. ¿Y para comer? Tenemos una dorada a la espalda que de tímida no tiene na, señora. Fresca, fresca. Pedimos una?". Amablemente rechazo la sugerencia: "-No puedo tomar la dorada, gracias, sufro de  intolerancia al pescado". "-Vaya por Dios, señora, que mala zuerte. Pues entonses le voy a poné unos shoquitos rebosaos que da gloria vel-los. No le digo cómo están los shoquitos, señora, eso hay que probal-lo". De nuevo le agradezco el ofrecimiento y le explico que tampoco puedo tomarlos por mi intolerancia a la harina de trigo. "-Shiquilla, y qué puede tomá entonse? Le traigo una sentollita que nos han traído esta mañana de Galisia?". No, eso tampoco puedo tomarlo, es por el riñón. -"¿Qué también tiene el riñón intolerante, señora?". No, lo tengo sano gracias a Dios, por eso no quiero dejárselo aquí cuando tenga que pagar. Al final me conformo tomando una tomate aliñado mientras una lágrima recorre mi mejilla al ver pasar una bandeja de sardinas asadas calentitas por delante de mi cara de intolerante.
Pues bien, se terminó el mundo del chiringuito para mí. El mundo chiringuitil está presidido por tres de mis grandes enemigos: pescado, harina y cerdo (y no me refiero al señor de delante que se saca medio filete de entre los dientes con un palillo). De ahora en adelante seré dominguera. Enterraré mi sanísima sandía en la arena, comeré en condiciones mis filetes empanados sin gluten, tomaré sin complejos mi café con leche de avena preparado en mi estupendo termo de los chinos... Pero todo con glamour, que con lo que cuestan los productos "SIN", no me da para cambiar el pareo este verano.


 Salir del armario 
Aquella mañana me levanté resuelta a contárselo a mis amigas. No lo había hecho antes porque quería quitarle importancia y porque además, no me gusta ser el centro de atención a menos que haya ido a la peluquería antes. De modo que las llamé una a una y las cité en la nueva y preciosa cafetería de Cup-cakes que han abierto en el centro. Igual les daba la pista si no me veían devorar uno de esos preciosos pastelitos y no tenía que dar tantas explicaciones.
A la hora fijada empezaron a llegar. Yo las esperaba sentada en una de aquellas diminutas mesitas con mi pelo recién arreglado y una sonrisa de oreja a oreja. Pus, pus...muchos besos y abrazos, unos cafés y una bandeja de pasteles azules en el centro de la mesa (más bien la ocupaba entera) después, aclaro mi garganta y con gesto serio les digo que las he reunido para contarles algo. Todas me miran de arriba a abajo y casualmente paran en mi barriga De pronto estallan en un agudo y perfecto chillido común: "estás embarazada-aaaaa-aaaaa-aaaaa!!!!". Aplauden, ríen e incluso veo alguna lagrimilla de emoción haciendo bulto en el momento. Toda la cafetería nos mira y yo asiento para no decepcionar al auditorio, seguro que la magdalena les sienta mucho mejor. Con un rojo chillón en mis mejillas, me siento de nuevo y las hago reunirse cabeza con cabeza, igualito que en el campamento cuando el monitor nos daba las instrucciones para machacar al equipo contrario. "No es un embarazo, si hace dos días que salí de la cuarentena!!. Lo que quiero deciros es sólo que soy intolerante!". Se hace el silencio, cada una busca la cara de la de al lado para ver como van las reacciones. Una pelota de ramajos pasa rodando por entre nosotras  hasta que al fin Pilar, la amiga rubia rompe el hielo: "Ahhh, intolerante. Pues muy bien nena. Hombre, yo no lo hubiera dicho porque pensaba que para eso tienes que llevar el pelo rapado y una esvástica en el brazo pero ya sabes que yo te quiero como eres, aunque déjame que te recomiende a mi psiquiatra, seguro que te puede ayudar, es una fenómena". Ahora ya sí, ahora soy yo la que estalla en una enorme y sonora carcajada. Ellas me miran y me sonríen sin saber bien que decir. Cuando pude parar, siete minutos después, me encontré más relajada que nunca y con la piel milagrosamente estirada. Les conté, me escucharon, preguntaron y se terminó. Aquella fue mi salida del armario y he de decir que desde entonces soy un poquito más feliz, por lo menos cuando quedamos para tomar las cañas y ni una sola se pide una tapa de jamón para acompañar. Con lo de los cup-cakes tuve menos suerte, no quedó ni uno. Brujas...


 Verano en la Toscana
Claudia, mi amiga de la universidad, se ha enamorado.
-Nena, es perfecto- me contaba con los ojos palpitando de amor. Era como una muñeca manga a punto de llorar, todo ojos en una minúscula cara de porcelana.
-Cuánto me alegro, -le dije yo sin terminar de creerme del todo semejante afirmación. Me refiero a que el hombre perfecto por definición, no existe. Alguno (el mío) se acerca en muchas ocasiones pero claro, tener al lado semejante especimen, tiene que resultar hasta aburrido. Todo el día haciendo cosas perfectas con sus manos perfectas y su lenguaje perfecto...un poquito de vidilla, por favor! Discutir de vez en cuando está bien, sube la adrenalina, la tensión arterial y hasta sentimos por un instante el miedo de perder al otro, lo que inevitablemente y si aún estamos enamorados, hace que la chispa se encienda de nuevo...hasta la próxima discusión.
-No sabes cómo es!, inteligente, guapo, cocina de miedo y es italiano!!. Y me lo soltó así, de golpe. Cocinero e italiano. Lo tengo crudo para comer algo en su casa.
Claudia seguía con su perorata dando pequeños sorbos a su capuchino mientras jugueteaba con su recién estrenado foulard de Armani. Que si es tierno, que si es un romántico empedernido, que si le huele el aliento a flores silvestres (italianas, por supuesto)... Yo sonreía y asentía dando pequeños sorbos a mi té con limón mientras jugueteaba con mi recién estrenado foulard de Zara. Para estas cosas una es muy española. Por un momento incluso desconecté y empecé a fantasear con una porción de tarta de queso que me miraba solitaria desde el mostrador de pasteles, hasta que de pronto, se hizo el silencio en aquella concurrida cafetería. Claudia me miraba con sus ojos de Candy Candy esperando ansiosa una respuesta. -"Bueno, dime... ¿te gusta la idea?". -"¿La idea?"-le dije yo haciéndome la buena amiga desinteresada. -"Pues eso, nena, veniros a pasar el verano a la Toscana!", -repitió mi  amada amiga, ¿qué digo amiga?, ¡mi hermana!. Ya me imaginaba a mi querido y a una servidora bebiendo Moët & Chandon Rosé Impérial (aquí no perdono, champagne francés) en la cubierta de un precioso yate, cual Briatore y señora pero sin barriga él y con cinco tallas menos de pecho ella, o sea yo. Los veía a todos relamiendose los dedos después de haberse puesto ciegos de pizzas, provolones y fettucinis y yo tan feliz chupando mi tomatito en rodajas rebozado en albahaca fresca. En la Toscana no cabían envidias ni malos pensamientos del tipo "ojalá se te vaya todo a las caderas"!. En la Toscana sería feliz y a la vuelta más aun: "Pero bueno, vaya bronceado más maravilloso traes, chica ¿dónde has estado?, ¿en Benidorm?". Y aquí contestaría yo, como sin darle importancia y de pasada, que es moreno toscano, sí, sí, del mismo centro de la Toscana. Nada, en el yate de un amigo, que es donde más te pega en sol. Dos besos y hala, a seguir paseando y levantando ampollas por la calle.
Mario no tenía yate, pero sus padres vivían en una casita con una pequeña charca en un pueblecito precioso. Adiós a mi sueño de ser una Briatore! Ya hasta había pensado en comprarme un relleno para el bikini... Ya lo decía yo: el hombre perfecto no existe. 


Verano en la Toscana (2)
Reconozco que tengo algún que otro defecto pero confieso que como amiga, no tengo precio. Por ver feliz a mi querida Claudia, cogí mi tarjeta de crédito y el bolso más grande que tengo y me fui a comprar las cuatro cositas básicas que necesitaba para acompañarla a ver a su amado Mario. Lo que sea por una amiga.
Cuando escuché a la azafata indicándonos que llegábamos al aeropuerto de Pisa, tuve que taparme la boca con las dos manos para no chillar de la emoción. Estaba allí, por fin, dispuesta a respirar aire puro, a comer las delicias de la dieta mediterránea sin colorantes ni conservantes, a beber vino casi de la misma vid. Y por supuesto, a conocer al motivo de los desvelos de Claudia.
-"Cariño, ya verás, esto va a ser como una segunda luna de miel"- le dije al oído a mi querido roncador. Él no contestó pero yo sabía que entre sueños, nos veía retozar por la hierba toscana, a cámara lenta y  riendo sin parar. Nosotros somos así, como sacados de un anuncio de suavizante.
Y al fin llegó la hora, el ansiado momento del reencuentro entre los amantes, del beso deseado durante tanto tiempo. Mario esperaba a su Afrodita arrugando entre sus manos un panfleto publicitario. Era moreno, de rizos traviesos y sonrisa perfecta. Caminó despacio hacia ella, como queriendo hacer eterno el mágico momento de volver a tocarla al fin. Se paró delante de Claudia justo bajo un foco de luz. Yo esperaba que de un momento a otro saliera el cuarteto de cuerda  y que unos querubines alados los envolvieran con una seda blanca mientras ascendían por el cielo en una concha de viera pero tuve que conformarme con un abrazo normalito y un beso, ese sí, de película.
Desde Livorno tomamos un ferry hasta la isla de Elba en lo que fue un trayecto tremendamente aburrido para mí. Los enamorados no paraban de demostrarse todo lo que se habían echado de menos y mi querido apenas podía hablar conteniendo la respiración para meter barriga. Al parecer, los hombres también se comparan. Después de doscientos ti amo y trescientos amore mio, arribamos a aquella preciosa isla. Era el paraiso: aguas cristalinas, arenas blancas...y un camarero para nosotros solos que se encargaba de traer y llevar copas de vino y suculentos aperitivos a nuestras tumbonas.
-"Bueno nena, qué te parece?"- me preguntó Claudia aprovechando que Mario (por fin) había tenido que ir al baño. Apenas me dejó contestar, estaba tan feliz que no podía parar de contarme todo lo que él le había estado diciendo. Al mirarla, no pude evitar contagiarme de esa luz que desprendemos cuando nos enamoramos, cuando todo se reduce a la otra persona, cuando nada más despertar, notas en el estómago un centenar de mariposas revoloteando en él. Me senté delante de mi querido y le besé suavemente en los labios. -"Vámonos Fellini, a bañarnos en la Fontana de Trevi". Él me miró extrañado, me quitó la copa de vino de las manos y me contestó: -"Pero cariño, eso está en Roma..." Es curioso como a veces, ni el hombre más inteligente de la tierra, puede leer entre las lineas que traza una mujer.
De aquella semana toscana me volví con cuatro botellas de vino (casi lo único que comí, estos italianos le echan queso hasta al café), un marido mirando gimnasios cerca de casa y un montón de mariposas poniendo huevos en mi estómago. A veces recordar los inicios del enamoramiento reflejados en otras personas, hacen reavivar la chispa en un amor estable, casado y con hipoteca. Claudia volvió con una lágrima asomada a su ojo durante todo el trayecto, era bastante favorecedora aunque seguramente incómoda. No habló en todo el viaje salvo para darme las gracias por haberla acompañado. De nada querida, lo que sea por una amiga.


 Volver
Siempre he pensado que para despedirse, hay que tener arte. Decir adiós en medio de un grupo de veinte personas no es fácil, sobre todo si son las cinco de la mañana y la ingesta de copas ha dado lugar a la fase de “exaltación de la amistad” y todos quieren invitarte a la última para que no te vayas (¿no podrían haberlo dicho a las doce de la noche y así me hubiese ahorrado los cincuenta euros que me he bebido?). Supongo que en este caso lo mejor es decir que vas al baño y desaparecer sin dejar rastro, rápida y sutilmente, tapándote la cara con el embozo de la capa y creyéndote la esposa de El Zorro para saltar a lomos de un caballo y huir a tu camita de edredones blancos y esponjosos donde llevas queriendo estar desde las tres y cuarto.
Para despedirse de un trabajo la cosa cambia, no queda bonito eso de hacerlo "a la francesa”. En estos casos lo mejor es llevar una bandeja de preciosos cup cakes con buttercream de chocolate blanco y unas lágrimas dispuestas a salir en el momento preciso de la despedida. “En realidad me cuesta tanto irme de aquí, decir adiós a la que ha sido mi casa durante cinco años, a mis compañeros, que digo compañeros? Amigos!...me cuesta tanto, que de no ser por los diez mil eurazos de más que me van a pagar al año en un trabajo que me coge a cinco minutos de casa y donde tengo todas las tardes libres, pues no me iría, vamos!” Lagrimita fuera yyyyyyyy...corten!
También están las despedidas sinceras, las que salen de verdad cuando, por circunstancias de la vida o del amor, vas a vivir a otra ciudad y tienes que separarte de todo lo que te rodea, de esas personas que te complementan, que van enriqueciendo tu vida, de esa gente a la que de verdad, quieres. Hablo de familia y hablo de amigos, de lugares. Hablo de lo que va siendo una vida en construcción. En este caso no hay que despedirse, tan sólo hay que darse la nueva dirección y comprar un sofá cama cómodo, un calendario para ir anotando las visitas y listo.
Y si creo que para despedirse hay que tener cierto “arte”, también creo que hay que tenerlo para volver. Una mudanza, un predictor positivo y un adsl que nunca llegaba, me han mantenido alejada de mi querido y anciano ordenador. Pero de nuevo irrumpo en la esfera de los blogs (blogosfera?) cual José Coronado en la del cine después del atracón de yogurt. Voy calentando horno, sartenes y neuronas. ¡Bienvenida!

Claudia

Verano en la Toscana
Claudia, mi amiga de la universidad, se ha enamorado.
-Nena, es perfecto- me contaba con los ojos palpitando de amor. Era como una muñeca manga a punto de llorar, todo ojos en una minúscula cara de porcelana.
-Cuánto me alegro, -le dije yo sin terminar de creerme del todo semejante afirmación. Me refiero a que el hombre perfecto por definición, no existe. Alguno (el mío) se acerca en muchas ocasiones pero claro, tener al lado semejante especimen, tiene que resultar hasta aburrido. Todo el día haciendo cosas perfectas con sus manos perfectas y su lenguaje perfecto...un poquito de vidilla, por favor! Discutir de vez en cuando está bien, sube la adrenalina, la tensión arterial y hasta sentimos por un instante el miedo de perder al otro, lo que inevitablemente y si aún estamos enamorados, hace que la chispa se encienda de nuevo...hasta la próxima discusión.
-No sabes cómo es!, inteligente, guapo, cocina de miedo y es italiano!!. Y me lo soltó así, de golpe. Cocinero e italiano. Lo tengo crudo para comer algo en su casa.
Claudia seguía con su perorata dando pequeños sorbos a su capuchino mientras jugueteaba con su recién estrenado foulard de Armani. Que si es tierno, que si es un romántico empedernido, que si le huele el aliento a flores silvestres (italianas, por supuesto)... Yo sonreía y asentía dando pequeños sorbos a mi té con limón mientras jugueteaba con mi recién estrenado foulard de Zara. Para estas cosas una es muy española. Por un momento incluso desconecté y empecé a fantasear con una porción de tarta de queso que me miraba solitaria desde el mostrador de pasteles, hasta que de pronto, se hizo el silencio en aquella concurrida cafetería. Claudia me miraba con sus ojos de Candy Candy esperando ansiosa una respuesta. -"Bueno, dime... ¿te gusta la idea?". -"¿La idea?"-le dije yo haciéndome la buena amiga desinteresada. -"Pues eso, nena, veniros a pasar el verano a la Toscana!", -repitió mi  amada amiga, ¿qué digo amiga?, ¡mi hermana!. Ya me imaginaba a mi querido y a una servidora bebiendo Moët & Chandon Rosé Impérial (aquí no perdono, champagne francés) en la cubierta de un precioso yate, cual Briatore y señora pero sin barriga él y con cinco tallas menos de pecho ella, o sea yo. Los veía a todos relamiendose los dedos después de haberse puesto ciegos de pizzas, provolones y fettucinis y yo tan feliz chupando mi tomatito en rodajas rebozado en albahaca fresca. En la Toscana no cabían envidias ni malos pensamientos del tipo "ojalá se te vaya todo a las caderas"!. En la Toscana sería feliz y a la vuelta más aun: "Pero bueno, vaya bronceado más maravilloso traes, chica ¿dónde has estado?, ¿en Benidorm?". Y aquí contestaría yo, como sin darle importancia y de pasada, que es moreno toscano, sí, sí, del mismo centro de la Toscana. Nada, en el yate de un amigo, que es donde más te pega en sol. Dos besos y hala, a seguir paseando y levantando ampollas por la calle.
Mario no tenía yate, pero sus padres vivían en una casita con una pequeña charca en un pueblecito precioso. Adiós a mi sueño de ser una Briatore! Ya hasta había pensado en comprarme un relleno para el bikini... Ya lo decía yo: el hombre perfecto no existe. 


Verano en la Toscana (2)
Reconozco que tengo algún que otro defecto pero confieso que como amiga, no tengo precio. Por ver feliz a mi querida Claudia, cogí mi tarjeta de crédito y el bolso más grande que tengo y me fui a comprar las cuatro cositas básicas que necesitaba para acompañarla a ver a su amado Mario. Lo que sea por una amiga.
Cuando escuché a la azafata indicándonos que llegábamos al aeropuerto de Pisa, tuve que taparme la boca con las dos manos para no chillar de la emoción. Estaba allí, por fin, dispuesta a respirar aire puro, a comer las delicias de la dieta mediterránea sin colorantes ni conservantes, a beber vino casi de la misma vid. Y por supuesto, a conocer al motivo de los desvelos de Claudia.
-"Cariño, ya verás, esto va a ser como una segunda luna de miel"- le dije al oído a mi querido roncador. Él no contestó pero yo sabía que entre sueños, nos veía retozar por la hierba toscana, a cámara lenta y  riendo sin parar. Nosotros somos así, como sacados de un anuncio de suavizante.
Y al fin llegó la hora, el ansiado momento del reencuentro entre los amantes, del beso deseado durante tanto tiempo. Mario esperaba a su Afrodita arrugando entre sus manos un panfleto publicitario. Era moreno, de rizos traviesos y sonrisa perfecta. Caminó despacio hacia ella, como queriendo hacer eterno el mágico momento de volver a tocarla al fin. Se paró delante de Claudia justo bajo un foco de luz. Yo esperaba que de un momento a otro saliera el cuarteto de cuerda  y que unos querubines alados los envolvieran con una seda blanca mientras ascendían por el cielo en una concha de viera pero tuve que conformarme con un abrazo normalito y un beso, ese sí, de película.
Desde Livorno tomamos un ferry hasta la isla de Elba en lo que fue un trayecto tremendamente aburrido para mí. Los enamorados no paraban de demostrarse todo lo que se habían echado de menos y mi querido apenas podía hablar conteniendo la respiración para meter barriga. Al parecer, los hombres también se comparan. Después de doscientos ti amo y trescientos amore mio, arribamos a aquella preciosa isla. Era el paraiso: aguas cristalinas, arenas blancas...y un camarero para nosotros solos que se encargaba de traer y llevar copas de vino y suculentos aperitivos a nuestras tumbonas.
-"Bueno nena, qué te parece?"- me preguntó Claudia aprovechando que Mario (por fin) había tenido que ir al baño. Apenas me dejó contestar, estaba tan feliz que no podía parar de contarme todo lo que él le había estado diciendo. Al mirarla, no pude evitar contagiarme de esa luz que desprendemos cuando nos enamoramos, cuando todo se reduce a la otra persona, cuando nada más despertar, notas en el estómago un centenar de mariposas revoloteando en él. Me senté delante de mi querido y le besé suavemente en los labios. -"Vámonos Fellini, a bañarnos en la Fontana de Trevi". Él me miró extrañado, me quitó la copa de vino de las manos y me contestó: -"Pero cariño, eso está en Roma..." Es curioso como a veces, ni el hombre más inteligente de la tierra, puede leer entre las lineas que traza una mujer.
De aquella semana toscana me volví con cuatro botellas de vino (casi lo único que comí, estos italianos le echan queso hasta al café), un marido mirando gimnasios cerca de casa y un montón de mariposas poniendo huevos en mi estómago. A veces recordar los inicios del enamoramiento reflejados en otras personas, hacen reavivar la chispa en un amor estable, casado y con hipoteca. Claudia volvió con una lágrima asomada a su ojo durante todo el trayecto, era bastante favorecedora aunque seguramente incómoda. No habló en todo el viaje salvo para darme las gracias por haberla acompañado. De nada querida, lo que sea por una amiga.

jueves, 19 de enero de 2012

El Gen

Hace mucho, mucho tiempo, papá puso una semillita en mamá y durante nueve meses (nada de cuarenta semanas, eso a ella no le va, toda la vida se ha contado en meses, o en lunas, que diría la abuela) fui cocinándome sin prisas en el acogedor horno en que se convirtió la barriga de mi queridísima progenitora. Desde el primer momento, los genes de mamá le dijeron bien clarito a los de la parte contraria que allí no había nada que ver, que se fueran dispersando y que ya se ocupaban ellos. Todos obedecieron y se fueron por donde habían venido, no sin antes mentar a la abuela por lo bajini mientras se daban codazos de camaradería entre ellos. Y en fin, ya sabemos la historia: una celulita por aquí, un blastocito por allá, su cigoto que se hace mayor y se convierte en feto y de repente, al paritorio de cabeza. Lo importante de toda esta historia y lo que aquí viene al caso es que en algún momento entre la siembra y la recolección, uno de esos genes se hizo el líder de la "operación bebé" y decidió ser parte importante de mi personalidad. Os hablo del "Gen de la Anfitriona". Este gen es el culpable de que desde que tengo uso de razón, haya querido ser millonaria. Ser la propietaria de una preciosa mansión con enormes habitaciones decoradas siempre con grandes ramos de peonías blancas (y naturales, por supuesto) ha sido mi meta en la vida. Y es, claro.

Ser millonaria me permitiría poder organizar cada semana memorables comidas con las que agasajar a mis invitados. Festines sin fin con los que todos quedarían saciados como mínimo, hasta el de la semana siguiente. Necesito el tema de los millones porque estrenar vestido de firma cada viernes, quieras que no, a final de mes te sale por un pico. Bueno, y las peonías que fuera de temporada están por las nubes. El caso es hay algo en mí que hace que se me ponga la piel de gallina cada vez que veo el  anuncio de Ferrero Roché.

Ays, si fuera millonaria... "- os quiero en casa a la una, vale Pitita?, que luego se nos hace tarde para el té (carcajada para dejar claro que de té nada, que en esta santa casa las hierbas se le echan a los mojitos, eso sí, de las cinco)." - Pues claro querida, ya sabes que Rosauro y yo no perdonamos el Moët de la una en tu casa".  Empezaríamos con el champagne, el caviar belugués, las miradas a los trapitos nuevos, a los novios nuevos y a los bronceados nuevos (y ultrarrápidos), para continuar con los vinos blancos, las delicias del mar y los mejores chistes. Después los tintos más aplaudidos, los asados  más deliciosos, los postres de película, los chistes malos... los gintonics, las barriguitas relajadas, los louboutines desencajados disimuladamente de los pies de mis invitadas...

Pero, de vuelta a la cruda realidad, no soy millonaria. Tengo salud (un poco endeble, pero salud al fin y al cabo), amor (un macizo de ojos azules me ronda desde hace unos años) y ya. Bueno no, también tengo fe en que algún día mi "Gen de la Anfitriona" encuentre como realizarse en la vida. Mientras tanto y cuando puedo, intento ir practicando con pequeñas meriendas, los cumpleaños de las niñas, alguna cenita frugal... eso sí, en vez de peonías pongo geranios que hacen juego con el resto de la decoración de mi casa.