domingo, 20 de enero de 2019

LA MUDANZA


En esta vida todos tenemos un vicio que nos pierde, algo con lo que experimentamos placer y culpabilidad a partes iguales. Yo tengo varios, aunque sin duda lo que me tiene más enganchada es mi adicción a las mudanzas.

La parte mala es que puede afectar a la salud con un posible lumbago o algún dedo del pie roto al chocar fortuitamente con las ciento diecisiete cajas que posiblemente anden repartidas por toda la casa.

La parte buena, el resto.

Todo comienza un día cualquiera en el que encuentro una excusa para buscar una nueva casa: tardo mucho en llegar al trabajo, el colegio está muy lejos, no tengo una buena carnicería cerca, no se parece en nada a la casa de Paula Echevarría, no sé, lo típico. Entonces, sin querer, empiezo a mirar mal a mi propio hogar, a encontrarle defectos, a mirar a escondidas páginas de casas con fotos. Al principio lo voy controlando; apenas una miradita rápida mientras me tomo el café por la mañana… pero después paso más y más tiempo deseando casas ajenas.

Hasta que al final, tanto va el cántaro a la fuente, que se rompe por narices. Y la veo. Y la encuentro. Y me veo sentada leyendo en ese rincón tan acogedor; a las herederas correteando por sus pasillos; a Querido colgando cortinas nuevas por toda la casa.

Es el momento insuperable de toda mudanza. El clímax inmobiliario total.

Y a partir de aquí, ya voy trabajando por objetivos:

Objetivo Primero: Yo lo llamo el CNM, que no es otra cosa que Crear Necesidad de Mudanza.

Procedo primero con las Herederas porque ellas poseen el gen materno del gusto por la novedad y porque, para qué engañarnos, soy la más lista de las cuatro, así que lo tengo fácil.

—Chicas ¿qué os parecería vivir cerca de una buena carnicería y poder comer salchichitas al vino cuando nos apeteciese? — venga, va, tira a puerta que no hay portero.

—¿Pero siempre, siempre, mami? ¿Incluso dos días seguidos para comer? —la cara de asombro es para grabarla en blu ray.

—Incluso, queridas hijjitas mías. Incluso.

—Promételo mami —dicen, con sus ojillos chispeantes y sus dedos meñiques semiarqueados para unirlos como símbolo de promesa inquebrantable.

Lo prometo, claro. Ya tengo la comida de dos días y la primera fase del CNM solucionados de un golpe. Tengo un cerebro que no me lo merezco, la verdad.

La segunda parte del objetivo primero es bastante más sutil, sobre todo porque Querido después de cada mudanza hace la promesa de aquella ha sido la última, que no vuelve a deshacer una caja ni a colgar una lámpara más, de modo que tengo que agudizar el ingenio para convencer al ingeniero (ji, ji, ji, ¡qué cerebro tengo, qué cerebro!)

—Cari, no sabes qué chuletón de buey he comprado en la carnicería hoy. Qué lastima que esté tan lejos y que no puedas volver a comerlo hasta dentro de dos meses.

—Cari, tienes que volver al gimnasio. Casualmente han abierto uno cerca de La Carnicería estupendo. Te ponen las temporadas de Juego de Tronos mientras haces spinning y las de Vikingos mientras haces pesas, para motivar y tal. La gente sale de allí que parece que vayan a recoger un Oscar.

—Cari, tengo que quedarme con la mitad de tu armario porque no tengo sitio en el mío.

—Cari, tienes que matar siete cucarachas y dos alicuéncanos que he visto esta mañana en el baño.

—Cari, el nuevo vecino de arriba es bailaor profesional y ensaya en casa.

Y mientras paseamos una deliciosa tarde de abril cogidos de la mano por el centro de la ciudad, sale a nuestro encuentro el anuncio inmobiliario de nuestro futuro hogar.

—Anda Cari, mira qué mono. Y con La Carnicería a un paso. Y el Gimnasio de los Vikingos. Y es un ático sin vecinos bailaores encima.

Entonces Querido mira el anuncio. El anuncio hace como si no se diera cuenta y permanece quieto y erguido como la gente cuando se pesa en la farmacia. En el ambiente se respira adrenalina, emoción, nervios. Querido cuenta mentalmente el número de ventanas de la casa para hacerse una idea general del tiempo que invertirá en colgar cortinas esta vez.

Entonces me mira y contengo la respiración.

—¿Cuánto pedirán?

Objetivo primero completado. Fin de la primera fase.

El objetivo segundo consiste en ponderar las virtudes de la futurible vivienda en detrimento de la actual. Yo lo llamo SAI, que no es otra cosa que el Síndrome de Alienación Inmobiliario.

—Qué maravilla eso de vivir en el centro y no tener que coger coche cada vez que quieres salir a cenar y tomarte una copa, no como aquí, que encima nos dejamos un dineral en taxi como nos tomemos un pacharán después de la comida ¿verdad, Cari?

—Las cucarachas han vuelto y están jugando a las casitas en la habitación de las niñas, Cari. A tres ya les he puesto nombre porque han tirado el pañal de la heredera menor a la basura y  me ha enternecido el gesto. Esto en un ático no te pasa porque a una planta tan alta, todo cuesta arriba, ellas no suben. Eso pasa en los bajos como este ¿verdad? —aquí le lanzo la pregunta para hacerlo partícipe del problema y para darle un motivo a las niñas para preguntarle a Siri, que lo disfrutan mucho.

—¿Siri, las cucarachas suben a los áticos?

—Disculpe pero no le he entendido. Quizás quiso decir “Las ventajas de vivir en los áticos”?

Todos reímos. Objetivo segundo completado. Fin de la segunda fase.

Y por último, llegamos al Objetivo tercero también llamado VFC, que también significa Vamos a Firmar el Contrato. Es una fase muy corta porque comienza cuando pregunto el precio de mi futuro hogar y termina tres horas más tarde cuando firmamos el contrato, todo ello después de visitar la casa, apuntar los puntos débiles, negociar el precio atendiendo a los puntos débiles y de arreglarnos todos como si fuésemos a misa.

Lo que viene después, os lo podéis imaginar: cajas, más cajas, esto lo tiro, no lo tires mamá por lo que más quieras, si con esto no juegas, cómo que no si es mi juguete favorito, no te lo crees ni tú, pues ya no me mudo, pues aquí te quedas, es que yo estoy in love con esta casa, mami… y a reírnos. Somos así, muy de comedia dramática con giros inesperados.

Lo que viene después, os lo podéis imaginar, pero mejor os lo cuento otro día.

FAN para todos o, lo que es lo mismo, Feliz Año Nuevo.