jueves, 17 de mayo de 2012

La boda de mi mejor amiga

- "¿Te lo puedes creer?"- me decía con un hilito de voz, sujetando a duras penas ese torrente de lágrimas que estaba a punto de poner a prueba a su máscara waterproof- "¡Voy a casarme!".
Estaba radiante, preciosa, perfecta. Claudia nunca dejó nada al azar en cuanto a sus estilismos se refiere pero esta vez se había superado. Y allí, en medio de aquel jardín tupido de jazmines y rosas blancas, me miraba esperando una reacción. Es curioso como a veces, aún sabiendonos guapas, no nos lo acabamos de creer hasta que alguien nos lo confirma de alguna manera. " Estás más guapa que nunca. Mario se va a desmayar en cuanto te vea avanzar por esa alfombra roja". Claudia sonrió, me apretó la mano y volvió la cara sutilmente, justo hasta el punto en el que un rayo de sol hizo resaltar más aún sus enormes ojos verdes. ¿Dónde está el fotógrafo de Pronovias cuando se le necesita?

Claudia dijo sí a un Mario emocionado y tembloroso. La miraba con tanto amor que nos contagió a todos y en el momento de darnos la paz, en vez de apretarnos las manos, todos los invitados nos dimos besos y emocionados abrazos. Había tanto sentimiento en sus ojos, que incluso conmovió a dos amigas que habían dejado de serlo y que se perdonaron allí mismo, en mitad de la iglesia. Nunca había asistido a una boda en la que tanta gente llorara a moco tendido, olvidando maquillajes y peinados y dajándose envolver por aquella felicidad que desprendían los novios.

Fue una celebración de lo más informal. En un rincón del jardín se formó espontáneamente una montaña multicolor de pamelas y tocados y a su lado, otra de tacones de aguja e incómodos stilettos. Nadie se preocupó de retocarse las mejillas ni de ajustarse el recogido, nadie se molestó en fijarse si la de al lado llevaba un vestido viejo o de la nueva temporada. Sólo brindis y más brindis por la felicidad de la pareja.

-" ¡Qué boda, Claudia!, ¡la mejor a la que he ido en mi vida!"- le comentaba Marta a la vuelta de la luna de miel.
-" Gracias amiga, me alegro tanto de que disfrutárais..." - contestaba Claudia sin resultar del todo creible.

Esa voz... esa cara de circunstancia... esos ojos huidizos... A mí no se me escapa una y además la conozco mejor que su señora madre de modo que, aprovechando un despiste del grupo, cogí a Claudia del brazo y me encerré con ella en el baño.

- "Venga Candy Candy, qué es ahora?"-
- "¿Ahora de qué? No me pasa nada cariño, de verdad"-

Por la forma en que lo dijo no tuve más remedio que creerla. Abrí la puerta del baño y cuando tenía medio pie fuera escuché un enorme " aaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyysssssssssssssssssssss" que me dejó paralizada. ¡Lo sabía!, me dije a mí misma en bajito para que no pareciera que me alegraba de que realmente le pasaba algo.

-" Es que... es que llevo seis meses,¡¡ seis!!, preparando cada detalle de mi boda!"-
-" ¿Y?" -  le contesté yo repasando a la vez el número de cervezas que llevaba y que muy probablemente me estaba ralentizando el entendimiento. - "Todo estuvo perfecto, Claudia!"
-"¿Perfecto? ¡¿Perfeeeecto?!"
 Y así, sin previo aviso, resulta que abrí la caja de Pandora.
En fin, que Mario no se fijó en su vestido, que las invitadas no vimos el guiño que nos hacía al poner una margarita blanca sobre cada plato de pan, que los centros florales pasaron desapercibidos, que nadie le dijo nada de su fabuloso peinado obra del afamado peluquero Fulanito de Tal, que si bla, bla, bla. Desconecté, sí, lo reconozco. Claudia había tenido la boda más hermosa del mundo y en eso precisamente era en lo que ella no había reparado.  De modo que no me quedó otra que sacar el móvil y enseñarle algo que la hizo callar para siempre...

Parejas de estresados padres completamente abrazados moviéndose al son de la orquesta, caras de felicidad riendo y alzando las copas por ellos, risas sinceras y besos de enamorados. Bailes despreocupados con los pies descalzos y al fondo.. ella, blanca, radiante y afortunada, mirando embelesada a su embelesado marido. Aquella foto lo decía todo. "Tu boda Claudia, fue sencillamente la celebración del amor".

Claudia sonrió, me apretó la mano y volvió la cara sutilmente, justo hasta el punto en el que el foco de luz, hizo resaltar aún más sus enormes ojos verdes. Y ahora sí, ahora sí dejó salir el torrente de lágrimas que tenía prisionero desde el día de su boda.