sábado, 6 de agosto de 2016

La carta viral





En ocasiones se me meten cosas en la cabeza. En plan obsesión, del tipo tengo que arreglar los armarios por dentro o necesito tener un gato. Esa es la parte mala; que la idea logra horadar mi cerebro con una potencia similar a la de diario de la black&decker de mi marido y una vez dentro, consigue ocupar todo el territorio enemigo impidiéndome pensar en cualquier otra cosa. 
         Querido, amplio conocedor del funcionamiento peculiar de mi órgano pensador, ha desarrollado un método, según él "infalible", según yo "¿perdoooona?", que consiste en afirmar con la cabeza mediante movimientos rítmicos hacia arriba y hacia abajo durante el tiempo que empleo en exponer mi nueva necesidad obsesiva y luego, cuando aprovecho para coger aire, él me ilumina con su nueva frase de cabecera: " Puedes hacer todo lo que te propongas; solo tienes que visualizarlo e ir a por ello. Excepto si se trata de volver a fumar, en cuyo caso con la visualización puedes darte por satisfecha." Luego sonríe y se aleja de mí a cámara lenta y de espaldas, temeroso, imagino, de que le responda con una patada en su nalga derecha después de escuchar semejante perla inspirada sin duda, por la columna semanal de Sara Carbonero.

— Querido, quiero ser viral.
— ¿Quieres ser qué?— me contestó mientras afirmaba con la cabeza sin saber muy bien por qué.
— Viral. ¡Como la chica del bañador verde!
— ¿Hay una chica con un bañador verde que es viral? ¿Y viene a nuestra piscina? ¿Pero qué clase de virus tiene? ¿Es grave? ¡Y tú embarazada! No habrás hablado con ella ¿no? Al menos, no de muy cerca ¿verdad?
Salió corriendo a la farmacia a por unas mascarillas para protegerme a mí y al bebé, según dijo. Me la puso sin dejarme hablar siquiera y después, una vez hubo comprobado que todo estaba en su sitio, me pidió que le contara la historia de esa pobre mujer enferma y virulenta.
— No hay ninguna pobre mujer enferma — dije arrancándome la mascarilla de un tirón — ¡Solo es una carta que alguien escribió! Ronda por Facebook, por Twitter y hasta por los telediarios; todo el mundo la comparte, todo el mundo la lee ¡todo el mundo conoce a la puñetera chica del puñetero bañador verde!
— ¿Pero no está enferma?
— No
— ¿Entonces?
— Entonces es un artículo en forma de carta dirigida a una chica que en la playa no hace más que actuar como una adolescente normal y corriente pero su autora, la de la carta, le da ese tonito melodramático que hace que millones de personas en todo el mundo se sientan identificadas, asientan mediante movimientos rítmicos de sus cabezas y piensen que si se hacen eco de tales palabras, ayudarán a personas y gatos de todo el planeta Tierra. Y gratis.
— Y lo que tú quieres exactamente es...
— ¡Quiero que el mundo me comparta, ser viral durante veinticuatro horas, viajar a Australia montada en la fibra óptica! Quiero ser el bañador verde, el desnudo de Orlando Bloom, quiero ser una foto de Selena Gómez en Instagram, el video del padre que hace coletas con una aspiradora en YouTube, quiero ser el baile de Gianluca Vacchi.
— El baile ¿de quién? Y de paso ¿podrías también presentarme a los demás?
— Querido, permíteme decirte que, en ocasiones, me desesperas. 
Me atrincheré en mi habitación dispuesta a no salir de allí hasta no haber parido el artículo definitivo, el que me encumbraría a la cima del periodismo internacional, aquel que contara en su composición tanto con elementos lacrimógenos como con verdades universales, del tipo "algo se muere en el alma cuando un amigo se va" o bien "¿por qué está Disney en contra de mantener a los padres de las protagonistas de sus películas con vida?". Y además, mi toque final: una chispa de humor salpicando cada párrafo. La tenía; la fórmula infalible era mía.
Y así, con mi meta bien fijada en la región del cerebro que tengo destinada a las obsesiones, comencé a dar a luz a mi último artículo, aquel en el que tenía puestas todas mis esperanzas.

"Querida señora de la  sonrisa etrusca:

soy la mujer poseedora de la barriga que llevas mirando un buen rato con cara de susto y pavor. También, como ves, puesto que tus ojos no dejan de saltar pizpiretos de mi barriga a sus cabezas, soy la madre de esas dos bellezas españolas.
Déjame decirte que hace poco era yo la señora de la sonrisa etrusca, la madre de uno o dos hijos que miraba con asombro a toda mujer preñada del tercero con la que me cruzaba. O igual era envidia, a veces no distingo bien las emociones que me embargan.
Sí, yo también me he fijado en ti, más que nada por la intensidad con la que me he sentido observada, hasta el punto, te diré, de llegar a mirarme de arriba a abajo para certificar ante notario que no había salido de casa desnuda o con las zapatillas de estar por casa, un tema que realmente me preocupa desde mi más tierna infancia. ¿Y a quién no? te preguntarás. Es algo que a todos nos ha desvelado en un momento u otro de nuestras vidas ¿verdad, querida?
Como te decía, me he percatado de tu presencia y no puedo dejar pasar la oportunidad de hablarte así, telepáticamente, y decirte un par de cosas que seguro te ayudarán en tu día a día y lograrán traer la plena felicidad a tu vida.
Lo primero que quiero decirte es que no me he bebido dos litros de gazpacho; es cierto lo que piensas: tengo dos hijas y un tercer heredero viene en camino.
Lo sé; yo también espero que esta vez el azul celeste de los ojos del padre lo llevara bien escrito en la mente el espermatozoide ganador. 
No, no lo hemos pensado bien. Es muy raro que una familia decida buscar un tercer hijo después de pensarlo mucho. Se han dado un par de casos en el mundo pero creo recordar que ambos tuvieron lugar en una región de Asia donde no había ni un solo aparato de televisión. Además, ya te adelanto que tanto pensar da dolor de cabeza ¿o era por la resaca?
Querida señora de la sonrisa etrusca, no tengas miedo de que nuestras miradas se encuentren, así podré sintonizarte mejor y te llegará  mi señal de forma óptima y sin anuncios. No bajes la mirada, no le des codazos a tu pareja que no logra callar el llanto de vuestra única hija que igual, tal vez, llora porque tiene sueño y esos meneos de chamán africano a los que la tiene sometida su padre, igual, tal vez, le están impidiendo coger el sueño. Eso y que tiene el pañal hasta arriba de pis. De nada.
Hace muy poco yo estaba en tu lugar, dándole codazos a Querido por cualquier motivo o quien sabe, por el simple placer de hacerlo. ¿A quién no le gusta darle codazos a su pareja? Verdades universales, querida amiga. Si bien es cierto que en una ocasión, por poco le perforo un pulmón sin querer. Fue horrible, un drama. En mi ánimo tan solo estaba mostrarle la caca de campeona que había hecho su primogénita cuando me percaté de que, por casualidad, la mirada de Querido se dirigía, junto con su plena atención, a una señora de unos veinte años, piernas largas, busto generoso y cero partos. Lógicamente, alertada ante la posibilidad de que no retuviera la imagen adecuada en sus pupilas para siempre, incrementé levemente la intensidad con la que le profería aquellos inocentes codazos de amor. Hicieron falta veintisiete intentos, una costilla fisurada y un pisotón con todo el tacón de mi bota de media caña en su dedo gordo del pie para asegurarme de que la caca de campeona de su primogénita quedara para siempre en su recuerdo.
¡Yo era tú hace tan poco! Y déjame que te diga algo: evita quejarte del poco tiempo que tienes si tu interlocutora es madre de dos o tres hijos. Disfruta ahora de las siestas de tu bebé, ahora que no hay un segundo que ya no la duerme y te obliga a ti a mantenerte despierta a base de escalarte, chillarte o saltarte en la barriga. Pasea confiada con tu bebé en su carrito sin tener que preocuparte de que un segundo o/y un tercero, saldrán a correr cuando menos lo esperes, obligándote a correr a ti también y a parar el tráfico si hiciera falta. Deléitate con su hora del baño, el único que darás hoy, sin prisas porque no hay más hijos esperando detrás, gritando como posesos que no quieren lavarse el pelo porque hoy no toca. Si fuera por ellos ¿tocaría algún día? Bueno, tú no lo sabes porque tu bebé es muy bebé pero la respuesta es no. A no ser que sea verano y muten en mitad niño mitad anfibio, es muy probable que durante el resto del año no quieran que el agua roce sus matas de pelos.
Y todo esto lo pienso en un par de segundos, la verdad, porque si lo escribiera a tiempo real hubiera tenido que llamar a la policía y haberte denunciado por acoso visual. 
En fin, querida, no olvides que lo importante está en el interior y demás. 
Encantada de saludarte a través del mundo virtual y espero que todo lo que has aprendido hoy puedas enseñárselo a tu/tus hijo/hijos cuando llegue el momento."

Pues ya está. No hay por donde cogerlo. Tiene posibilidades.
Fama mundial ¡allá voy!