-" A ver, y tú que harías si te fueras a morir mañana?"- me dijo sin más. Sonrió y bebió un largo sorbo de su menta poleo al tiempo que desnudaba con la mirada al moreno de ojos verdes de la barra.
Frente a ella, yo. Sacada de casa a rastras con el pelo recogido en una pinza fucsia de los chinos y sin rastro de digna vestimenta. Me dejó eso sí, cambiarme las alpargatas roídas que utilizo para arreglar el jardín por otras igual de cutres pero limpias. Qué yo compraré las camisetas en el Kiabi pero limpia las llevo como la que más, por ahí no paso.
Cuando hube digerido la dichosa pregunta, las lágrimas empezaron a bajar por mis mejillas.
- "¡Lo sabía! Mira que te lo dije veces, que una aspirina infantil al día no te hace inmune a litro y medio de martinis y tres paquetes de tabaco diarios, que eso no lo fumaba ni Coco Chanel en sus mejores tiempos, que todo te iba a pasar factura!"- de mis ojos brotaba una auténtica catarata de lágrimas, un torrente sin control que además de permitir desahogarme, me estaba impidiendo ver lo que ocurría al otro lado del paisaje submarino.
Ella me dejó hablar, chillar, gritar de desesperación. Tuvo el detalle también de no oponer resistencia a mis zarandeos cuando la acusaba de loca inconsciente, niñata inmadura y mercenaria de su cuerpo (esto último no recuerdo muy bien a qué venía exactamente). Lloré y hablé como si realmente fuera a morir mañana hasta que el sosiego fue haciéndose fuerte en mi interior y comencé a espaciar las palabras, los sollozos y los supiros. Entonces empecé a no escuchar nada entre sollozo y gemido y temiéndome lo peor, limpié mis ojos con lo que pensé era la esquina del foulard de Lola y me encontré con lo inevitable: la cafetería más concurrida del centro completamente muda sin apartar sus setenta pares de ojos de mí. Mi amiga Lola mirándome completamente pálida y el camarero que nos atendía sujetando medio litro de tila embotellada, mi abrigo y mi bolso.
Sin mediar palabra, ella por miedo y yo por falta de oxígeno, nos sentamos en un banco del paseo a recuperar ella la confianza y yo el mismo oxígeno de antes.
- " Era sólo una pregunta, querida amiga asmática. NO me muero mañana, NO bebo litro y medio de martinis NI fumo tres paquetes de cigarrillos al día.Y SÍ, estás completamente loca."
- "¿Entonces a qué viene esa pregunta después de sacarme de casa a tirones sin dejar siquiera que me pusiera un postit por si viene alguien y no me encuentra?"
Lola me miraba con cierta ternura a estas alturas. Me cogió la cara entre sus manos y me volvió a repetir que estaba bien, que me mandaba después por mail los resultados de su última revisión médica y que se temió mi inevitable monólogo sobre si me pongo esto o aquello, pero dime mejor a donde vamos y así sé lo que ponerme pero a tomar café o a algo más porque si luego vamos de compras me llevo otro bolso bla, bla, bla.
Cuando comprendí que realmente era sólo una pregunta sin más, decidí que lo correcto era compensarle con una buena y sincera respuesta. De modo que comencé:
-" Pues si me fuera a morir mañana... qué complicado Lola... pero en veinticuatro horas o mañana temprano? me refiero a que si ya no me despertaría una vez que me acostara o si sí"- la cara de Lola empezaba a ponerse azul de modo que recordé mi propósito de obsequiarle con una respuesta útil y decidí hacerme caso omiso en cuanto a mis preguntas colaterales- " Bien, pues llamaría a todas las personas a las que quiero para despedirme aunque pensándolo bien, les mandaría un sms para que vinieran todos al mismo lugar para poder abrazarlos uno a uno, les pediría perdón por aquello que hubiese hecho y hubiese podído molestarles, les perdonaría por aquello que hubiesen hecho y hubiese podido molestarme, les dedicaría unas palabras a cada uno y luego me quedaría con mi familia, bueno también con los amigos que son como familia... igual me quedaría con todos abrazándolos y basándolos en una gran besoabrazo humano hasta que me muriera de amor a la mañana ( o día) siguiente.
Cuando levanté la vista, orgullosa hasta la médula por mi clara, concisa y sincera respuesta, me percaté de que Lola no me estaba escuchando. Se había levantado a darle fuego al moreno de ojos verdes de la barra y ahora charlaba con él animadamente (y seductoramente, que todo hay que decirlo). Lola reía a carcajadas tan sensual y divertida, que el moreno de ojos verdes no pestañeba siquiera para no perderse ni uno sólo de sus movimientos. Al cabo de un rato entró en el bar, me mandó un sms y salió guiñándome un ojo. La vi alejarse agarrada al brazo del moreno de ojos verdes de la barra, contoneándose feliz y perfectamente peinada sin pinzas fucsias en la cabeza. Leí el mensaje y por fin, después de toda la tarde, al fin, comprendí la pregunta.
" Carpe Diem, princesa".