martes, 5 de febrero de 2013

Experta mamá

Tenía que llegar el día en el que a Claudia se le notara su barriguita... y claro está: llegó. Cuando eres mamá antes que una amiga, en el momento en que ella se queda embarazada no paras de advertirle, enseñarle, aconsejarle sobre absolutamente todos los aspectos relativos a la maternidad. Tú eres una experta altamente cualificada en algo por primera vez en la vida y eso se tiene que notar.
Yo no he sido menos y por los poderes que me han sido otorgados como madre repetidora, empecé a aconsejar (acosar) a Claudia desde el minuto uno de la anunciación (que no de la concepción... únicamente porque no estaba delante que si no ya le habría puesto el termómetro, subido las piernas, despertado a Mario para un segundo asalto por si acaso, bla, bla, bla). 
- "Tienes que tomar unas galletitas saladas antes de levantarte, por las nauseas"
- "Tienes que darte esta crema en la tripa, ésta en la cara, ésta en los pezones"
- "Ni se te ocurra comer jamón/ suelta ese cigarro en cero coma/ suelta ese paté/ esa clara/ ese café/ ese maki hasta arriba de anisakis"
- " Tienes que leerte el Qué se puede esperar cuando se está esperando pero ya!"
- " ¿Has dormido bien?/¿Has lavado bien la lechuga?/ ¿Has puesto los pies en alto?"
Mil y una preguntas, recomendaciones de todo tipo. La sabiondilla que vive en mí daba volteretas en el aire agitando los pompones (¿olvidaré a Grey algún día?).
Y todo esto ocurrió mientras no se le notaba, mientras el pequeño cigoto no daba patadas ni malas noches, mientras todos los consejos iban para la futura mamá únicamente. 
Pero como digo, llegó el día en el que la acompañé al ginecólogo (¿quién mejor que tu amiga experta para recordarle al médico que tiene que hacerte el triple screening, el O´sullivan y recomendarte los ejercicios de Kegel?) y lo vi aparecer ante mí. Su perfil redondito, sus manitas inquietas, su placentita placentera. Pues bien, pequeño futuro ahijado, la has cagado. Y a partir de ahí, todo fue instruir a mi querida Claudia sobre el número de peleles y pijamas necesarios, que si el arrullo, toallas, jabones, cremas del cuerpo, del culete, de las erupciones, esponjas naturales, este chupete, aquel termómetro, esos pañales... y lo peor no era mi perorata contínua, lo peor es que Sofía también era madre, Laura también, Isabel, Teresa... y todas tenían peroratas, claro está.
Claudia empezó a evitarnos, a salir con gabardina y gafas de sol, a no contestar al teléfono. Como se podrá comprender, nuestra preocupación iba en aumento y las llamadas en cadena se hicieron cada vez más habituales.
-"¿Sabes algo de ella?"- me preguntaba María
-"Nada desde anoche cuando me dijo que iba a cenar y que ya me contaría hoy"- le contesté.
-"¿Tú sabes si le habrá comprado al bebé los peleles de la talla 0? Es que estoy en el Kiabi y hay tres por dos, se los cojo?"- volvió a preguntar.
Pero a mí ya no me preocupaban los peleles, me preocupaba que aún no me había llamado y eran las doce de la mañana.
Llamé a Mario: apagado. Llamé a su madre: no contestaba. Llamé a su ginecóloga: me colgó después de recomendarme un valium y una siesta. Me tomé el valium. Me tomé una cerveza. Llamé a mi médico por si tenía que ir a urgencias a hacerme un lavado de estómago por la mezcla (¿sería letal?, ¿me mandarían al psiquiatra?¿me dejaría mi querido por mis adicciones al alcohol y los barbitúricos?). Me recetó otro valium. Me decanté por otra cerveza.
Claudia me llamó a la una y media. Una hora y media menos de vida.
Presa de mi estado alterado, la pobre Claudia soportó sin abrir la boca mi chaparrón: que si me tenías preocupada, que si no puedes quedarte sola en casa a ver si te vas a tropezar con algo, que si ya sabes que me preocupo por ti porque YO SÉ lo que es un embarazo, que si puedes contar conmigo, que si que no te apetezca el sexo es normal y Mario lo tiene que entender, que si como lo coja lo entero, que si, que si...
-" Me he quedado dormida, lo siento"- me dijo con un hilito de voz cuando cerré mi enorme bocaza.
-"Vale cariño (ay) descansa (ay), te quiero (ay)"-dije. Y colgué el teléfono con el rabo entre las piernas.
En mi afán de demostrarle a mi amiga todo lo que sabía del tema bebé, me había olvidado de lo más importante: dejar descansar, dejar preguntar, dejar experimentar, dejar disfrutar de la maternidad. 
Claro que por otro lado... haber sido madre ella primero.




5 comentarios:

  1. Lo que me he reido!!! Buenísimo!
    Yo también tengo el título y soy de las que me siento superorgullosa de saber tanto y lo demuestro!!
    Ainss!! Noooo... Cómo me parezco a mi madre!

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    1. Pues enhorabuena por parecerte a tu madre, qué mira que estupenda le saliste!!! Gracias doctora mamá!!

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  2. jajajajaja... me estoy preparando para cuando me toque... me hago cargo jajajaja... buenérrimo, like always :D

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    1. Deseandito estoy de verte con una barriga!!! Y preparate que entre la consu y yo vas a terminar loca perdida! cenquius caraguapa!!!

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  3. Que bueno, ja ja. Tranquila alguna vez yo he pecado de lo mismo, cuando me di cuenta de que "igual" me estaba poniendo un poquito pesada...me salierin hasta colores :- )

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