Por aquí lo dejo, para no dejar de recordar.
“EL ÁRBOL
DE LOS CHUPETES”
Cuando aquella mañana sus ojos se abrieron después del enorme esfuerzo
que tuvo que hacer para conseguirlo, Carlota cayó en la cuenta de que algo raro
pasaba. Se miró rápidamente a los pies a ver si le habían salido tacones como a
mamá, pero no. Tocó con cierto temor la parte de arriba de sus labios por si
acaso era el bigote de papá aquello que se notaba raro, pero tampoco.
-
“Umm, qué
extraño…”- pensaba– “juraría que aquí pasa algo misterioso, un misterismo auténtico”.
Carlota observaba su cuerpo con detenimiento pero no encontraba nada
diferente desde el baño de anoche. Extrañada se puso sus zapatillas calentitas
y fue hacia la cocina dispuesta a desayunar un dinosaurio entero, tenía tanta
hambre! Su papá le preparó un vaso de leche con un montón de galletas y
mientras las mojaba una a una, fue dándose cuenta de que lo que le pasaba
realmente… era que tenía un superpoder!
-
“¡Papá,
papá! ¡Soy una superheroa!, ¡Soy una superheroa!”-
gritaba emocionada.
-
“¡Será
superheroína, cariño!” – le corrigió su padre sonriendo.
-
“¡Eso! Una
superoína!- dijo ella al fin.
Papá la miraba divertido. Carlota estaba tan contenta que no podía
parar de correr de un lado a otro esperando a que alguien le preguntara por esos
superpoderes.
-
“¡Papáaaaa! ¿Sabes quéééééé? ¡Puedo ponerme las zapatillas sola! ¡Ya soy mayor! Soy
una niña mayor! Una mayorniña!”
Estaba tan contenta… ya podía ponerse las zapatillas sola, pinchar los
macarrones con su tenedor naranja, podía lavarse los dientes y beber agua sin
ayuda, podía pintar con sus ceras de mil colores y podía hacer figuras con la
plasti… podía hacer tantas cosas con su nuevo superpoder. Y en esas estaba
cuando de repente, se dio cuenta: ¡no tenía puesto su chupete! Fue corriendo a
la habitación pero allí no estaba, preguntó a papá, a mamá, a su hermanita
pequeña Paloma… pero nadie sabía nada de su chupete.
Resignada bajó con mamá a jugar un ratito al Parque Pirata convencida
de que lo encontraría después y cuando a punto estaba de tocar el sol con sus
pies subida en el columpio, un pájarito multicolor pasó volando a toda
velocidad por delante de su cara. Carlota se paró, bajo del columpio y siguió
al pajarito veloz. Y entonces lo vio todo: vio al árbol más precioso del mundo,
vio al pájaro más bonito de todos y vio… a su chupete! El más querido del
espacio sideral!
-
“¿Has sido
tú, pajarito? ¿Tú me has quitado mi chupete?” – le preguntó Carlota intentando
con todas sus fuerzas no llorar.
-
“Pequeña
Carlota, sí he sido yo… pero no te enfades conmigo, por favor. Mira, ves este
árbol tan bonito? Pues resulta que acaba de llegar al parque y bueno, yo quería
hacerle un regalo… y entones me di cuenta de que tú ya no necesitabas tu
chupete porque ya eras una niña grande que sabía hacer muchas cosas y él… bueno…
él es tan pequeñito, que pensé que le vendría bien…
Carlota ya no tenía ganas de llorar, quería darle un abrazo muy fuerte
al árbol y decirle que no se preocupara, que ella le llevaría todos los
chupetes que le hicieran falta. Así que avisó a todos sus amiguitos y estos a
otros y aquellos a otros más…
Y desde entonces, los niños de Sevilla cuando se hacen grandes, van a regalarle su chupete al árbolito del Parque Pirata,
al que ya se le conoce como “El Árbol de los chupetes”.
Begoña Guerrero Carrión
Octubre de 2012
Genial!!!!! saludossss
ResponderEliminar¡Muchas gracias Mariela!Un abrazo
EliminarUmmm Talismán nunca me lo habían dicho, jajajaj...gracias preciosa. Sinceramente y ya lo sabes es un honor contar historias que vengan de tu maravillosa imaginación.
ResponderEliminarBesos de cuentera a cuentista, muaacccc