domingo, 13 de septiembre de 2015

Reunión de pastoras

"Reunión urgente. Cena en mi casa. A las diez. Si alguna no puede venir, que me borre de su agenda telefónica. Besos".

Con este mensaje de mi amiga Marta me he despertado esta mañana. Así, recién levantada, con el cerebro ralentizado y la señal de la almohada surcándome la cara, he pensado como buenamente he podido que ¡esta noche hay fiesta! Lo primero es lo primero; ignoro las voces de las herederas pidiéndome su colacao mañanero porque hay ciertas cosas de vital importancia que no pueden esperar:
— Yoli necesito hora para unas mechas hoy y si no me buscas un hueco, puedes ir borrándome de tu agenda telefónica—
 Me ha dado para las doce, dice que tiene una novia pero que por nada del mundo me puede fallar a mí, su clienta estrella. No he entendido muy bien qué tiene que ver su inclinación sexual con atenderme tan solícita (ah, vale, ya, sí, lo entiendo) pero he colgado satisfecha.
A medida que han ido pasando los minutos, el olor a tostada y el ruido del exprimidor eléctrico han logrado despertarme del todo. Ha sido entonces cuando me he parado a pensar en el tono del mensaje de Marta que, aunque ambiguo, no mostraba signos claros de que mañana me fuera a levantar con resaca. Estuve tentada de anular mi cita con Yoli pero no quise hacerlo después de haberme confesado su homosexualidad con tanta naturalidad, no fuera a pensar que por ello yo, antigua fan de Mónica Naranjo, la rechazaba. Hay que estar siempre presentable para recibir noticias y si son malas, más aún. Esto último me lo he dicho para autoconvencerme de la necesidad de unas mechas que voy teniendo desde hace tres meses, pero es una máxima que podría definir perfectamente el pensamiento filosófico y vital de mi abuela Manuela: cien años y todas las semanas tiene sesión de peluquería. Ya puede haberse muerto Paquirri, que ella a su peluquería no falta. Y le ha ido bien, parece.
Total, que he ido a la pelu, me he dado las mechas, me he hecho las cejas (nuevas, que no tengo después de pasarme los cinco años de carrera depilándomelas), he consolado a la novia a la que tenía que peinar Yoli durante las dos horas y media que la ha tenido allí sentada. También he hablado con Yoli, de clienta a peluquera, de su Agustín, que la tiene harta porque "lo único que toca son los botones de la Play y ella está más quemá que el palo´un churrero y este o se espabila y la empieza a tratar como la pedazo hembra que es o le van a salir unos cuernos que ni los del toro que mató a Manolete"; he constatado que muy lesbiana no parecía y me he metido en el Zara a probarme tres monos, dos vestidos y unas botas como las de la Sara Carbonero; me he comprado las botas como las de la Sara Carbonero y pizzas en el Mercadona como para un bautizo gitano, he vuelto a casa y no sé qué más he hecho pero de pronto, han dado las nueve de la noche. Es la señal. Podéis hacer lo que os dé la gana pero la menda va a teletransportarse al cuarto de baño y de allí a la calle sin decir esta boca es mía. Bueno, a ver, tampoco hay que ser tan radical de golpe: les he puesto los pijamas, las pizzas en el horno, le he sacado a Querido tres cuentos a elegir uno y entonces sí, me he teletrans... me he ido a arreglar. Buenas noches, os quiero, que durmáis bien, déjate algún capíulo de Juego de Tronos para mañana y no me esperéis despiertos. 
Esa sensación, la de cerrar la puerta de casa  detrás de ti  y verte con tacones, notar el sabor de la barra de labios, el olor a perfume y no a Nenuco, esa sensación... shhhhhh... no hay palabras.
A las diez menos cinco estábamos todas en la puerta de Villamisterios. La mezcla de sentimientos encontrados por el desconocimiento del motivo de aquella reunión era tan grande como la mezcla de perfumes. Nosotras somos así, para una vez que salimos, que se note a cien metros a la redonda. Antes cantábamos canciones de Alejandro Sanz; ahora nos bañamos en perfumes.
Marta nos recibió con abrazos y besos efusivos, cosa rara tratándose de la Frozen original, la esquimal la llamábamos en el instituto por lo fría que era. Estaba claro que algo pasaba y que no iba a lucir las botas de la Sara Carbonero más allá de aquellas paredes.
—¡Marta habla, por Dios! ¿Son cuernos? ¿Hay otra? ¿Otro? Um ¿Hay otra?— pregunté comida por los nervios y la intriga como estaba.
—No, no hay cuernos— dijo al fin— No hay cuernos ni hay nada. Se acabó. Vamos a divorciarnos.
Se hizo el silencio primero, los abrazos después, alguna lágrima por el fracaso del Amor. 
Marta llevaba doce años casada con Rodrigo, un ilustre cardiólogo hijo de cardiólogo y nieto de cardiólogo. También era hijo de su madre y nieto de su abuela, dos brillantes poetisas que sembraron romances y sonetos en el corazón de Rodrigo desde que nació. Y así, dedicándole maravillosas poesías creadas en las insomnes noches de interminables guardias de hospital, logró deshacer el hielo del témpano con piernas que era nuestra querida Marta.
Después de dos años llenos de amor, de poemas en la almohada, de miradas que significaban todo, de sentirse musa y reina de su corazón de cardiólogo, ella dijo sí. Se casaron en una pequeña capilla perdida en algún pueblo de Granada, los dos solos, yo te elijo a ti todos los días de mi vida, y yo a ti, ya verás, voy a vestirte de besos cada día, tú y solo tú, mi vida. Tú.
A los tres meses celebraron la gran boda que sus padres querían y se fueron a vivir a un pequeño apartamento en el centro de la ciudad. No necesitaban más, decían. Y era verdad; nunca he visto a dos personas que necesitaran estar tan juntas como ellos. Siempre de la mano, siempre abrazados, siempre buscando el contacto del uno con el otro. Tanto se abrazaron que llegaron a tener su momento Brangelina, mimetizados por completo hasta en la ropa que se ponían. Pero ellos eran felices y no iba a ser yo la que le dijera que las camisas de hombre tienen su punto si eres Julia Roberts hace veinte años o que se mimetizara también con Rodrigo cuando se afeitaba el bigote por las mañanas. Yo no, desde luego.
Al cabo de los años llegó Gonzalo y con él, las necesidades: necesitamos un coche más grande; necesitamos una casa más grande; necesitamos un capazo grande; un jardín; un vestidor; otro coche. Se mudaron a una preciosa y enorme casa a las afueras de la ciudad y la vida les cambió. Marta dejó su trabajo para poder cuidar de su hijo a tiempo completo y  Rodrigo pasaba cada vez más horas en el hospital intentando que en la cuenta nunca faltara dinero. Los sonetos se convirtieron en pareados y los pareados en reproches. Ella porque él no pasaba el suficiente tiempo en casa, él porque ella no comprendía la importancia de su trabajo; ella porque no le ayudaba con el niño, él porque ya no se arreglaba; ella porque él siempre estaba de mal humor, él porque ella no entendía su situación y el dolor que le producía perderse todas las primeras veces de Gonzalo. Pero un día, sin más, cesó el fuego. Ella comprendió y él lo intentó. No hubo más discusiones y los dos prometieron hacerse la vida más fácil.
—Pero ayer me dijo que él no podía vivir así, sin pasión, sin amor, en una relación inerte donde se hablaban las mismas conversaciones que en una reunión de jubilados, que era lo mejor para los dos y que nos merecíamos volver a ser felices, a escribir poemas y a inspirarlos. Así que fin, se terminó, esta mañana se ha llevado sus cosas y me ha dejado por escrito el reparto de los gananciales y un montón de cosas más que no he podido ni leer—concluyó Marta antes de echarse a llorar arropada por todas.
Por todas menos por mí. 
Las dejé en el salón diciéndose todo eso que se dice cuando una relación termina; los ya verás como todo se arregla, esto ha sido un arrebato, luego lo pensará y verá que no puede estar sin ti y volverá, verás como volverá, tú no llores, no te disgustes que no tienes motivos, mañana mismo lo tienes aquí... Yo las escuchaba desde la terraza, fumándome un cigarro y contando estrellas. Una, dos, tres... quince... treinta y dos... hasta que los llantos y las palabras cesaron. Entonces abrí la nevera, saqué  las botellas de vino blanco que encontré, cogí copas y un par de ceniceros y lo coloqué todo sobre la mesa de la terraza.
—Chicas— grité— Venid.
Había encendido velas y la luz de la piscina. Allí estábamos, envueltas en el olor del jazmín, arropadas por la sutil luz del jardín y de la luna. Y con siete botellas de vino esperando para ser ingeridas.
— ¿Cuál es el drama Marta? ¿Que tienes una nueva oportunidad en la vida? ¿Que ya no vas a volver a acostarte al lado de un señor que se había convertido en poco más que en un conocido con el que tenías una relación cordial y nada más? ¿Que vas a poder vivir la vida como te dé la gana sin necesitar a nadie más que a ti para hacerlo? — le dije bajito para no asustarla — Marta, cielo, la vida no es para vivirla de refilón, para verla pasar de puntillas, no aspirar a nada más que a la comodidad de lo conocido. La vida, Marta ¡es para vivirla!. Así que señoras, levanten sus copas y brindemos por ella y por la oportunidad  que ahora tiene de abandonar la piscina de agua templada y tirarse al volcán de cabeza. 
Entonces les cambió la cara, se iluminaron sus ojos, brindaron de verdad porque el deseo se cumpliera. 
Cuatro botellas vacías después, continuamos con las risas y las historias de abuelas cebolleta, haciendo recuento de novios, de amigos íntimos y de íntimos que no eran ni amigos.
— Marta querida, te envido, te envidio digo— dijeron las siete copas que se había bebido Claudia — es que tíiiiiia ¡ahora vas a poder volver a salir a ligar!
— ¿A ligar? ¿Yo? ¿Estás loca?
—¡Pero claaaaaro, Martuchi, a ligar tú con tu cuerpo! Es tan maravillo eso ¿cómo se llama? joder, ¡eso! ¡el prinpicio
Las risas se volvieron carcajadas. Ver a Claudia borracha ocurre una vez cada diez años o veinte. Y es una pena porque es entonces cuando Candy Candy se queda dormida y deja salir a la niña pija macarra que lleva dentro.
— No os riáis, brujas. Estáis todas tan bocharras como yo. Y tú Marta, hazme el favor de comprarte ropa interior nueva que el fin de semana que viene salimos a ligar. A ligar tú, yo no, tú, tú, tú. Pero todas iremos contigo cantando "son tan fuertes tus miraaadas, elegantes y estudiadas, yo soy na na nanananino pero entraré nanino pisando fuerte, pisando fuerteeeeeeeeeeeeeee!
— ¡Pero si yo no tengo ni idea de ligar y estoy vieja y fea y tengo una estría en la barriga y uso crema antiarrugas!
—¿Qué no sabes ligar?— dije yo con mi botella de vino directamente en la mano, cansada como estaba de llenarme la copa cada tres minutos— Querida, vamos por partes.
Y entonces, la maestra del ligoteo que vive en mí, las deleitó con una clase magistral.
— Primero tienes que decidir el segmento de la población al que vas dirigida, que no es lo mismo ligarse a un catedrático de la RAE que a un compositor de bachata y reggaetón. Si te decides por el, llamémosle, tipo A, deberás interiorizar el personaje de Melaningrifin en Armas de mujer e intentar representarlo lo más fielmente posible, ya sabes, un cuerpo para el pecado y una mente para los negocios. Lo de los negocios es comodín; aquí puedes decir "hola, soy Marta, tengo un cuerpo para el pecado y una mente para ecribir libros/ echar cuentas/  recitar la lista de los Reyes Godos/ calcular una estructura de hierro forjado/ salvar a la ballena jorobada... lo que vayas viendo según si el varón es escritor, economista, genealogista profesional, ingeniero o activista de Greenpeace. Ahora bien, si el objetivo es del tipo B, lo primero que ya llevas mal es ese pelo rubio. A los compositores de éxitos bailongos, lo que les gusta es una buena morena, también llamada "su negra" que es la que le incita a crear esas danzas del demonio. También te digo que son muy melodramas y les da un perraque si ven que la estás gozando con otro o si tu novio se activa, porque entonces él activa la guerrilla del tirón. Luego son amantes de los gatos y tienden a llamarte con nombres felinos como gata, gatita, gata en celo o gata rabiosa, así que si este es tu tipo, importante visita a al Bijúbijí, llenarte de oros, un buen eyerline, un tinte y hala, a perrear se ha dicho.
—¿Y si el objetivo es un señor normal?— preguntó Marta 
—Entonces te acercas a él mirándole a los ojos, despacio, sin prisas, que le dé tiempo a ver lo impresionante que estás. Cuando lo tengas delante, sin miedo ninguno,  le dices aquello de... Los dos cogidos de la mano por las caaaalles y regalándonos mil besos en cada rincón. Entonces, si sigue ahí cuando termines de cantar, con una sonrisa y otra copa en la mano para ti, él es tu hombre. De momento.
Marta se levantó y volvió al rato con una bandeja llena de mojitos y una gran sonrisa en la cara. Fue buena la idea de Rodrigo; hacía años que no la veía sonreír de esa manera. 
Cayeron las botellas de vino, los mojitos y alguna botella con un líquido rojo de sabor indescriptible. Cayeron las lágrimas también, pero de alegría, de risas compartidas entre amigas. Y volví a sentirme satisfecha por segunda vez en el día; primero, porque realmente creía que era lo mejor para Marta y segundo, porque  por fin, después de mucho tiempo, mañana volvería a tener una maravillosa resaca.


5 comentarios:

  1. Que intensidad, que ocurrencias, que cabeza más bien amueblada.... Cuando te estes inspirada uno para la teniente onil de las brujis..

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    1. No es tan fiera la tenienta como la pintan. Me lo apunto. Gracias, cielo, por tu mensaje ;)

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  2. Eres genial!! que sepas que sigo visitando tu baúl!! El anterior también me encantó!!
    Sei bravissima!! Un bacione!!
    Tu fan de Italia...

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    1. ¡Ay cuánto me gusta esto de ser internacional! Ahora voy por todos lados hablando de mi fan de Italia; que si mi fan de Italia esto, que si mi fan de Italia lo otro... Gracias por visitarme y por llevar mis historias un poquito más lejos. ¡Un beso enorme!

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    2. Es todo un placer para mi!!!! No veas cuánto me rio cuando tengo que explicar alguna frase hecha o expresión muy típica de la España profunda..., jajaja!!! Pero ante la dificultad, tu fan médico me responde que eso es lo que le gusta más, "conocer el español de verdad"!!!
      Un besazo y sigue llenando este baúl!!

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