Lo mejor de irte de vacaciones en
junio es la entrada triunfal que haces por la puerta de la oficina al volver,
toda bronceada y relajada. Vestida de un blanco impoluto que te hace resplandecer
como la Beyoncé aljarafeña, avanzas por el pasillo al ritmo del Singles Ladys que resuena en tu cabeza.
Movimiento de melena obviando el detalle de que en realidad tienes cuatro pelos
mal contados; movimiento de cadera sin importar que eres más bien tipo culo
plano porque tú las curvas las desplazas hacia lo que es la zona de la barriga;
movimiento en general, todo el que haga falta para mostrar al personal que
vienes con un moreno playero digno de alabanzas y envidias varias.
Lo
peor es que todo el mundo se irá después, cuando tú estés sudando goterones y
preguntándote qué hiciste tan malo en la otra vida para que el Karma te odie
así, de esta manera.
-A ver, Tina Turner ¿puedes venir
a mi despacho?
En
mi cabeza dejó de sonar el Single Ladies
y comenzó a escucharse la banda sonora de tiburón como por arte de magia. Mar
de la bahía de Cádiz, sal de mi cabeza.
- Vamos a cambiar tu sección- me
dijo sin que apenas me diera tiempo a cerrar la puerta.
Mi
jefe es así, dan ganas de achucharlo por lo menos tres veces al día.
- ¿Pero qué pasa con mi
consultorio sentimental? Está teniendo muchísimo éxito; todos los días llegan
cartas para Pandora Encriptada, todo el mundo espera que pueda tenderle una
mano, ofrecerle un consejo, solucionarle sus problemas de amor y dudas de sexo
adolescente – respondí con lágrimas en los ojos para darle aún mayor dramatismo
al asunto.
-Sí, sí, eres un Casco Azul del
amor, pero necesitamos una sección de opinión en el periódico. Órdenes de
arriba – cómo le gustaba decir eso de írdinis
di irribi al muy…- y punto.
Opinión
dice. Recuerdo cuando hace años, justo antes de convertirme en madre, tenía
tiempo para leer prensa, ver telediarios, tener una novela distinta siempre
entre las manos. Recuerdo cuando quedábamos con amigos y opinaba dando nombres,
datos concretos, fechas, lugares ¡soy periodista, pardiez! Ahora rehúyo
miradas, cambio de tercios con unas medias verónicas que ni Manolete, voy al
baño dando un rodeo si veo que entramos en temas escabrosos. ¿Cómo voy a
escribir todo un artículo de opinión si apenas tengo tiempo de leer el prospecto
del Apiretal y se los doy a ojo? Hacerme
salir de mi zona de confort periodístico, no se lo perdonaré nunca.
Pero
la verdad es que en el fondo, muy en el fondo, algo empezaba a hacerme
cosquillas en la barriga. Yo soy un poco así, mitad comodona mitad kamikaze de
la vida. Lo mismo te digo que no quiero ir a pasar un día a Setenil de las Bodegas
porque está muy lejos que me paso un mes persiguiendo a Querido para irnos un
fin de semana de novios a Venecia. Soy una kamikaze comodona, eso sí; de hotel
de cuatro estrellas para arriba y a todo confort, que lo uno no está reñido con
lo otro.
El
caso es que eso de opinar siempre se me ha dado bien. Eran, claro está,
opiniones a pequeña escala, del tipo: “Cari, esos pantalones te quedan como a
Espinete los calzones de deporte”. Aunque a la vez tengo cierto toque
diplomático que hace que las verdades entren sin que te des cuenta,
deslizándose entre las neuronas de tu cerebro sin apenas hacer ruido. Es un don
que puedes llamarlo don o también dotes manipulativas. “Cari, estás ideal. Esos
pantalones los llevaba ayer justo el cantante ese (aquí se hincha como un pavo
por su exquisito gusto fashion digno
de un cantante de moda, se mira y remira en el espejo, se sonríe a lo Gastón,
hasta juraría que se guiña un ojo y se dice cantando: soy una máquina de amaaaaar)
sí, ese que canta en Nochebuena en la tele… ¡Raphael! Bueno, pero ni punto de
comparación contigo, él los llevaba más ajustados creo recordar”. Y ya. Él solito
va, se cambia y se pone los que yo había dejado colgados debajo del led del
pasillo, como si de un descenso celestial se tratara. Su salvación.
Empoderada
totalmente como la nueva opinióloga de la redacción, salgo a la calle a por un
café que, aunque no me gusta nada, utilizo
a modo de ambientador intelectual para crearme esa atmósfera de discusiones
mañaneras en torno a un periódico en un bar, el caldo de cultivo perfecto para
generar opiniones de todo tipo y sobre todos los temas de Universo infinito. De
camino a la cafetería aprovecho para ejercitarme como la generadora viral de
opiniones que seré en un futuro y al ver a una señora con un niño de unos dos
años amarrado a la cadera como un koala lleno de mocos por cierto, no puedo
evitar darle mi opinión no pedida sobre su situación actual:
- Creo que ese niño tendría que
estar en la guardería a estas horas y tú sudando en el gimnasio para mantener
en forma cuerpo y mente. Porque no somos más madres por convertirnos en madres
helicópteros pendientes de ellos 24 horas, somos mujeres independientes y
además, madres. Nos han vendido mal la moto, hermana. Y esto te lo digo desde
el cariño que te he cogido en estos segundos y como opinióloga profesional de
un medio de comunicación reconocido.
La
Señora agarró a su niño, me miró de arriba abajo, me dijo algo en otro idioma y
se fue prácticamente corriendo los cien metros lisos. Algo habrá quedado en su
psique interna, me dije muy convencida y para mis adentros.
Ya
en la cafetería y mientras esperaba mi café y mis palitos de mikado, puse mi
radar buscaconversaciones ajenas para
ver si podía meter baza en alguna de ellas y dar mi visión certera como un
dardo en la diana. Sintonicé a tres jóvenes que discutían sobre si debería este
país acoger o no a los refugiados del Aquarius
sin saber apenas de qué huían; dos señores de mediana edad poniendo de vuelta y media a Màxim Huerta desconociendo
por completo que, aparte de tertuliano de Ana Rosa, es un ser humano con otros
logros; a un grupo de señoras de melenas cardadas y con las manos cubiertas de
anillos enjuiciando a una solitaria mamá que, en un rincón y casi a escondidas,
daba el pecho a su bebé de apenas unos días. Y lo vi claro. Vi claro que tener opinión
es fácil, que sentar cátedra manejando un solo argumento cogido con pinzas es
fácil; que decirle al otro lo que tiene que hacer es rematadamente fácil. Lo
difícil es actuar, conocer, ponerse en la piel del que tiene que montarse en un
barco dejando atrás casi toda su vida y poniendo en peligro lo que queda de
ella; lo difícil es informarse sobre los barros de estos lodos, el por qué de
las cosas, los motivos de todo.
—No quiero ser opinióloga. Quiero
mi Consultorio sentimental. No me encuentro preparada aún para tal cosa,
necesito tiempo para volver a estar en el mundo y poder actuar además de
hablar.
Lo
entendió. Me devolvió a mi Pandora Encriptada. Me senté en mi ordenador con mi
ambientador de café junto al teclado y respiré hondo antes de abrir mi primera
carta del día.
“Querida Pandora Encritada:
Creo que mi marido tiene una amante.
Lo noto raro; ha dejado de utilizar la colonia de litro del súper y se ha
comprado la del dios griego que sale en la tele. Ha empezado a depilarse unos pectorales que de
repente, se han hinchado como globos y cena todas las noches un yogurt desnatado
sustituyendo al bocadillo de chorizo que se metía entre pecho y espalda hasta hace
unas semanas. Estoy preocupada, Pandora Encriptada. ¿Crees que debería
preguntarle?
Recibe un cordial abrazo de tu
admiradora Intrigada Perpetua.”
Mi
respuesta fue inmediata:
“Querida Intrigada Perpetua:
Me juego mis Jimmy Choo sin
estrenar a que tu marido te la está pegando. Lo que no tengo muy claro es si es
con otra mujer, un hombre o uno de cada porque desde luego está dándolo todo.
Contrata un detective, mira en su Facebook, intenta tener acceso a la cámara de
su gimnasio… actúa.
Espero aún así que no sea nada y
que únicamente se esté poniendo guapo por él y por ti. Ya me contarás.
Un saludo esperanzador de Pandora
Encriptada”.
Está
claro; en el fondo soy una opinióloga kamikaze nata.
Artículo publicado en el número de julio del periódico AunmetrodeSevilla. Julio de 2018.
https://aunmetrodesevilla.files.wordpress.com/2015/07/nc2ba-132-aunmetro.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario