jueves, 19 de enero de 2012

El Gen

Hace mucho, mucho tiempo, papá puso una semillita en mamá y durante nueve meses (nada de cuarenta semanas, eso a ella no le va, toda la vida se ha contado en meses, o en lunas, que diría la abuela) fui cocinándome sin prisas en el acogedor horno en que se convirtió la barriga de mi queridísima progenitora. Desde el primer momento, los genes de mamá le dijeron bien clarito a los de la parte contraria que allí no había nada que ver, que se fueran dispersando y que ya se ocupaban ellos. Todos obedecieron y se fueron por donde habían venido, no sin antes mentar a la abuela por lo bajini mientras se daban codazos de camaradería entre ellos. Y en fin, ya sabemos la historia: una celulita por aquí, un blastocito por allá, su cigoto que se hace mayor y se convierte en feto y de repente, al paritorio de cabeza. Lo importante de toda esta historia y lo que aquí viene al caso es que en algún momento entre la siembra y la recolección, uno de esos genes se hizo el líder de la "operación bebé" y decidió ser parte importante de mi personalidad. Os hablo del "Gen de la Anfitriona". Este gen es el culpable de que desde que tengo uso de razón, haya querido ser millonaria. Ser la propietaria de una preciosa mansión con enormes habitaciones decoradas siempre con grandes ramos de peonías blancas (y naturales, por supuesto) ha sido mi meta en la vida. Y es, claro.

Ser millonaria me permitiría poder organizar cada semana memorables comidas con las que agasajar a mis invitados. Festines sin fin con los que todos quedarían saciados como mínimo, hasta el de la semana siguiente. Necesito el tema de los millones porque estrenar vestido de firma cada viernes, quieras que no, a final de mes te sale por un pico. Bueno, y las peonías que fuera de temporada están por las nubes. El caso es hay algo en mí que hace que se me ponga la piel de gallina cada vez que veo el  anuncio de Ferrero Roché.

Ays, si fuera millonaria... "- os quiero en casa a la una, vale Pitita?, que luego se nos hace tarde para el té (carcajada para dejar claro que de té nada, que en esta santa casa las hierbas se le echan a los mojitos, eso sí, de las cinco)." - Pues claro querida, ya sabes que Rosauro y yo no perdonamos el Moët de la una en tu casa".  Empezaríamos con el champagne, el caviar belugués, las miradas a los trapitos nuevos, a los novios nuevos y a los bronceados nuevos (y ultrarrápidos), para continuar con los vinos blancos, las delicias del mar y los mejores chistes. Después los tintos más aplaudidos, los asados  más deliciosos, los postres de película, los chistes malos... los gintonics, las barriguitas relajadas, los louboutines desencajados disimuladamente de los pies de mis invitadas...

Pero, de vuelta a la cruda realidad, no soy millonaria. Tengo salud (un poco endeble, pero salud al fin y al cabo), amor (un macizo de ojos azules me ronda desde hace unos años) y ya. Bueno no, también tengo fe en que algún día mi "Gen de la Anfitriona" encuentre como realizarse en la vida. Mientras tanto y cuando puedo, intento ir practicando con pequeñas meriendas, los cumpleaños de las niñas, alguna cenita frugal... eso sí, en vez de peonías pongo geranios que hacen juego con el resto de la decoración de mi casa.

2 comentarios:

  1. Yo desde luego cuando sea esposa y madre me pido ser como tu. Mil besos preciosa y como no, me encanta tu blog y sobre todo el diseño ( me pierdo por el rosa y unos buenos lunares...)Ana Castilla

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  2. Qué linda eres, madre! Muchas gracias, preciosa... pero el mérito es de mis bombones que me inspiran ;p Un beso gordo para la novia más guapa!

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