martes, 16 de abril de 2019

Atleta por sorpresa.


La otra mañana, en una entrevista que me realicé yo misma al salir de la ducha, frente al espejo y sujetando el bote de crema de las herederas simulando un reluciente Premio Planeta 2025, me mentí como una bellaca. Sé que dudas entre si la tristeza que te produce imaginarme autoentrevistándome es mayor que la que te genera el que me autoengañe en mis propias respuestas, pero yo te sacaré de dudas en un par de nanosegundos: lo más triste es que piense que hasta 2025 tengo tiempo de escribir algo digno de un Premio Planeta. La mezcla de tanta tristeza, claro está, es como para arroparme con una mantita y darme cariño y helado de chocolate durante un mes.

Digo que me mentí. Mentir está feo pero dice poco de tu capacidad neuronal si además te mientes a ti misma como si no fueses a enterarte nunca de la verdad. Una cosa es tener dos hemisferios y otra muy distinta es pensar que no se hablan como dos vecinas peleadas. Están conectados, sorpresa.

—Y ahora que por fin ha conseguido su sueño y Bradley Cooper le ha entregado el Premio Planeta dotado con un millón de euros y una proposición de relación estable que usted ha rechazado por amor a su Querido, ¿en qué piensa invertir las dos horas semanales que le dejan libre sus tres herederas?

—Verá, apreciada Ana Pastor, después de haber pasado tantos meses frente al ordenador, tecleando palabras en el silencio de la noche mientras mi familia dormía a pierna suelta…

—Esa no es la cuestión, Señora Bego. Céntrese por favor en la pregunta que acabo de formularle o tiro de hemeroteca. Dígame, ¿en qué piensa invertir su tiempo libre ahora?

—Voy a hacerme runner.

Bueno, a punto estuve de caerme para atrás del ataque de risa que me produje y no me di con el bidé en la nuca de milagro, con lo mortal que es. Runner dije. Yo, que tengo el mismo número de prendas deportivas en mi armario que Falete; yo, que fingía dolores menstruales desde los siete años para no tener que correr las tres vueltas al patio; yo, que he somatizado mi fobia a los deportes desarrollando una alergia a mi propio sudor, gracias a la cual me he librado de asistir a educación física desde que la Naturaleza activara las glándulas sudoríparas de mi cuerpo a la vez que desarrollaba curvas y daba libertad al pavo. Yo, te amo tanto, yo te amo tanto, yo, que juré no volver a correr en mi vida, así pusiera Jimmy Choo los zapatos a tres euros para las diez clientas más rápidas en ponerse a la cola. Yo, esa yo, dijo que se iba a hacer runner.  

Frente al espejo.

Con la toalla enrollada en el pelo, creyéndome Carrie Bradshaw en Abu Dhabi aunque en realidad  guardase un mayor parecido con el sultán otomano Solimán el Magnífico. ¿Pero a quién le importaba? ¡Acababa de ganar un Premio Planeta! A veces me exijo tanto…

Runner, dije.

Y me lo creí, aún siendo mentira

—Cari, me voy a comprar unas mallas y unas deportivas bien de colores flúor y rayas psicodélicas que luego saldré a correr un rato.

A punto estuvo de caerse para atrás y darse con la bañera en la nuca, con lo mortal que ya sabéis que es. La verdad es que poco se habla de la peligrosidad que entraña el cuarto de baño en una casa. Yo he ampliado la cobertura de mi seguro médico desde que vivimos en una casa con tres cuartos de baño y las herederas tienen prohibido el paso si no es acompañados de un adulto. Creo que están fabricándose salvoconductos con washi tapes de colores y mucha purpu para emergencias. Son unas artistas hasta en momentos de represión. O quizás por eso, como los grandes.

Y como no me gustan nada, pero que nada de nada las mentiras, decidí ser consecuente con mis propias palabras e intentar convertirme en una persona deportista por primera vez en la vida. Para ello me entretuve dos horas y cuarto en visionar los directos de Paula Echeverría entrenando para estar al día en cuanto a tendencias deportivas, y luego conduje hasta el  Alcampo a comprarme unas mallas negras que son las únicas que me favorecen económicamente.

Y ya estaba preparada para runnear: mallas negras, camiseta de Querido negra y bien grande, cintillo en la frente y mis Reebok blancas impolutas. Las compré en 1999 para cuando surgiera una oportunidad de ir a pasar un día al campo o hacer algo de deporte. Sin estrenar estaban.  

—¿Mami por qué no me has avisado? — heredera mediana mirándome de arriba abajo con el entrecejo fruncido. —¿Vamos a jugar a los disfraces?

—Acabo de desheredarte, que lo sepas.

Salí de casa dispuesta a hacer mis estiramientos pero luego pensé que no tenía muy claro qué es lo que debía estirar ni cómo, así que me dispuse a iniciar la marcha directamente  y despacito.

Pero me entró sed. ¿Y ahora? Desde luego no pensaba volver a entrar en casa donde había dejado a Querido con lágrimas en los ojos diciendo no sé qué de Eva Nasarre y su despertar sexual y a las herederas intentando hacer el pino puente sin sus cascos ni protección de ningún tipo, de modo que entré en el súper de al lado de casa a comprar mi bebida isotónica, puesto que ahora era deportista y necesitaba reponer minerales.

Pero no llevaba dinero. ¿Y ahora? No podía creer que me hubiera olvidado del complemento más importante de todos los tiempos: una riñonera. Gracias al cielo, tenía la mía bien guardada en mi caja de recuerdos inútiles que nunca miro: entradas de cine ilegibles, mecheros sin gas, fotos de alguna amiga con la que ya ni hablo en su periplo bebé… y la riñonera. Contaba ya algunos años, la verdad; podría pertenecer a la generación del 89 perfectamente. Hasta su pin de Curro brillante permanecía guardado en uno de sus múltiples y útiles bolsillitos. De modo que tuve que volver a subir a casa a replantearme una salida mejor equipada. Lo haría en modo ninja, sin hacer ruido. Silenciosa como una pluma, ágil como una…

Pero no llevaba llaves. ¿Y ahora?

Me quedé sentada en el portal el tiempo que me pareció razonable para no levantar sospechas teniendo en cuenta que era mi primera salida y que no llevaba móvil. Después realicé cuatro saltos y una carrera de unos veinte metros hasta la esquina. No contenta con eso, los veinte metros de vuelta, también los recorrí corriendo. Hubiera pedido un ventolín para mí sola, una bombona de oxígeno o incluso una ambulancia medicalizada, pero en lugar de eso me puse en pie de otro salto, me mareé, se senté de nuevo y así, en una postura algo más cómoda, me prometí a mí misma volver a intentarlo al día siguiente.

Porque al fin y al cabo lo importante es no rendirse, es luchar por salir de tu zona de confort, es no mentirte en tus diálogos imaginarios poniéndote metas que no podrás cumplir. Lo importante es ser realista y concederte entrevistas que no disten años luz de lo que pudiera ser posible algún día.

Por cierto, hoy las herederas me han fabricado unas uñas de plastilina kilométricas. Voy a ducharme con ellas a ver si recojo un Grammy. Tra tra.

2 comentarios:

  1. Te como bego, te visualizo totalmente y también sé que no saldrías a la calle ni muerta así. Te echo de menos.Sigue escribiendo nunca lo dejes, el premio llegará o no llegará pero tienes nuestro corazón.Bsss

    ResponderEliminar
  2. ������♕podio para tí, esta bruji hará
    Oro todo lo que escriba... ME INCLINO ANTE TÍ ������ ������������������
    Sé que me repito pero te amo!!!! Me encanta y no solo veo cerca un premio, es que el mío lo tienes!! ME EN CAN TAS�� ������

    ResponderEliminar