La otra mañana, en una entrevista que me realicé yo misma al salir de la
ducha, frente al espejo y sujetando el bote de crema de las herederas simulando
un reluciente Premio Planeta 2025, me mentí como una bellaca. Sé que dudas
entre si la tristeza que te produce imaginarme autoentrevistándome es mayor que
la que te genera el que me autoengañe en mis propias respuestas, pero yo te
sacaré de dudas en un par de nanosegundos: lo más triste es que piense que
hasta 2025 tengo tiempo de escribir algo digno de un Premio Planeta. La mezcla
de tanta tristeza, claro está, es como para arroparme con una mantita y darme
cariño y helado de chocolate durante un mes.
Digo que me
mentí. Mentir está feo pero dice poco de tu capacidad neuronal si además te
mientes a ti misma como si no fueses a enterarte nunca de la verdad. Una cosa
es tener dos hemisferios y otra muy distinta es pensar que no se hablan como
dos vecinas peleadas. Están conectados, sorpresa.
—Y ahora que por
fin ha conseguido su sueño y Bradley Cooper le ha entregado el Premio Planeta dotado
con un millón de euros y una proposición de relación estable que usted ha
rechazado por amor a su Querido, ¿en qué piensa invertir las dos horas
semanales que le dejan libre sus tres herederas?
—Verá, apreciada
Ana Pastor, después de haber pasado tantos meses frente al ordenador, tecleando
palabras en el silencio de la noche mientras mi familia dormía a pierna suelta…
—Esa no es la cuestión,
Señora Bego. Céntrese por favor en la pregunta que acabo de formularle o tiro
de hemeroteca. Dígame, ¿en qué piensa invertir su tiempo libre ahora?
—Voy a hacerme runner.
Bueno, a punto
estuve de caerme para atrás del ataque de risa que me produje y no me di con el
bidé en la nuca de milagro, con lo mortal que es. Runner dije. Yo, que tengo el mismo número de prendas deportivas en
mi armario que Falete; yo, que fingía dolores menstruales desde los siete años
para no tener que correr las tres vueltas al patio; yo, que he somatizado mi fobia
a los deportes desarrollando una alergia a mi propio sudor, gracias a la cual
me he librado de asistir a educación física desde que la Naturaleza activara
las glándulas sudoríparas de mi cuerpo a la vez que desarrollaba curvas y daba
libertad al pavo. Yo, te amo tanto, yo te amo tanto, yo, que juré no volver a
correr en mi vida, así pusiera Jimmy Choo
los zapatos a tres euros para las diez clientas más rápidas en ponerse a la
cola. Yo, esa yo, dijo que se iba a hacer
runner.
Frente al
espejo.
Con la toalla
enrollada en el pelo, creyéndome Carrie Bradshaw en Abu Dhabi aunque en
realidad guardase un mayor parecido con el
sultán otomano Solimán el Magnífico.
¿Pero a quién le importaba? ¡Acababa de ganar un Premio Planeta! A veces me
exijo tanto…
Runner, dije.
Y me lo creí,
aún siendo mentira
—Cari, me voy a
comprar unas mallas y unas deportivas bien de colores flúor y rayas
psicodélicas que luego saldré a correr un rato.
A punto estuvo
de caerse para atrás y darse con la bañera en la nuca, con lo mortal que ya sabéis
que es. La verdad es que poco se habla de la peligrosidad que entraña el cuarto
de baño en una casa. Yo he ampliado la cobertura de mi seguro médico desde que
vivimos en una casa con tres cuartos de baño y las herederas tienen prohibido
el paso si no es acompañados de un adulto. Creo que están fabricándose
salvoconductos con washi tapes de
colores y mucha purpu para
emergencias. Son unas artistas hasta en momentos de represión. O quizás por
eso, como los grandes.
Y como no me
gustan nada, pero que nada de nada las mentiras, decidí ser consecuente con mis
propias palabras e intentar convertirme en una persona deportista por primera
vez en la vida. Para ello me entretuve dos horas y cuarto en visionar los directos
de Paula Echeverría entrenando para estar al día en cuanto a tendencias
deportivas, y luego conduje hasta el Alcampo a comprarme unas mallas negras
que son las únicas que me favorecen económicamente.
Y ya estaba
preparada para runnear: mallas negras,
camiseta de Querido negra y bien grande, cintillo en la frente y mis Reebok blancas impolutas. Las compré en
1999 para cuando surgiera una oportunidad de ir a pasar un día al campo o hacer
algo de deporte. Sin estrenar estaban.
—¿Mami por qué
no me has avisado? — heredera mediana mirándome de arriba abajo con el
entrecejo fruncido. —¿Vamos a jugar a los disfraces?
—Acabo de
desheredarte, que lo sepas.
Salí de casa
dispuesta a hacer mis estiramientos pero luego pensé que no tenía muy claro qué
es lo que debía estirar ni cómo, así que me dispuse a iniciar la marcha
directamente y despacito.
Pero me entró
sed. ¿Y ahora? Desde luego no pensaba volver a entrar en casa donde había dejado
a Querido con lágrimas en los ojos diciendo no sé qué de Eva Nasarre y su
despertar sexual y a las herederas intentando hacer el pino puente sin sus
cascos ni protección de ningún tipo, de modo que entré en el súper de al lado
de casa a comprar mi bebida isotónica, puesto que ahora era deportista y
necesitaba reponer minerales.
Pero no llevaba
dinero. ¿Y ahora? No podía creer que me hubiera olvidado del complemento más
importante de todos los tiempos: una riñonera. Gracias al cielo, tenía la mía bien
guardada en mi caja de recuerdos inútiles que nunca miro: entradas de cine
ilegibles, mecheros sin gas, fotos de alguna amiga con la que ya ni hablo en su
periplo bebé… y la riñonera. Contaba ya algunos años, la verdad; podría
pertenecer a la generación del 89 perfectamente. Hasta su pin de Curro
brillante permanecía guardado en uno de sus múltiples y útiles bolsillitos. De
modo que tuve que volver a subir a casa a replantearme una salida mejor
equipada. Lo haría en modo ninja, sin hacer ruido. Silenciosa como una pluma,
ágil como una…
Pero no llevaba
llaves. ¿Y ahora?
Me quedé sentada
en el portal el tiempo que me pareció razonable para no levantar sospechas teniendo
en cuenta que era mi primera salida y que no llevaba móvil. Después realicé
cuatro saltos y una carrera de unos veinte metros hasta la esquina. No contenta
con eso, los veinte metros de vuelta, también los recorrí corriendo. Hubiera
pedido un ventolín para mí sola, una
bombona de oxígeno o incluso una ambulancia medicalizada, pero en lugar de eso
me puse en pie de otro salto, me mareé, se senté de nuevo y así, en una postura
algo más cómoda, me prometí a mí misma volver a intentarlo al día siguiente.
Porque al fin y
al cabo lo importante es no rendirse, es luchar por salir de tu zona de
confort, es no mentirte en tus diálogos imaginarios poniéndote metas que no
podrás cumplir. Lo importante es ser realista y concederte entrevistas que no disten
años luz de lo que pudiera ser posible algún día.
Por cierto, hoy
las herederas me han fabricado unas uñas de plastilina kilométricas. Voy a
ducharme con ellas a ver si recojo un Grammy.
Tra tra.
Te como bego, te visualizo totalmente y también sé que no saldrías a la calle ni muerta así. Te echo de menos.Sigue escribiendo nunca lo dejes, el premio llegará o no llegará pero tienes nuestro corazón.Bsss
ResponderEliminar������♕podio para tí, esta bruji hará
ResponderEliminarOro todo lo que escriba... ME INCLINO ANTE TÍ ������ ������������������
Sé que me repito pero te amo!!!! Me encanta y no solo veo cerca un premio, es que el mío lo tienes!! ME EN CAN TAS�� ������